Juan Romero Cortés
Una de las voces chilenas más importantes de América, Violeta Parra, que conocía a ciencia cierta el matrimonio entre la dictadura y el agobio de las gentes, que esperaban ser libres ante la pobreza y el despilfarro de los terratenientes. La bota militar se apodero de Chile por décadas, ante la inocencia de millones de almas, que sufrieron en carne propia los vejámenes sufridos ante la corrupción rampante, sin importar el bienestar del país que anhelaba encontrar una solución de vida.
Violeta, la poetisa del tiempo, la niña que a los 6 años aprendió a tañir la guitarra antes que acariciar una muñeca y sacarle los sonidos del alma a la tierra con su guitarra soñadora que la vio nacer. Su madre la pario en 1.917 en San Carlos, una zona rural de Chile, donde la pobreza hacia parte del pan de cada día, en ese pueblo toda su familia se crio, cuando su padre se desempeñaba como profesor y músico y su mamá una campesina que cantaba los versos que serían el eco en la personalidad de su hija para la posteridad. La familia respiraba música por los poros y los hilos de las melodías afloraban cada vez que la niña iba creciendo en edad y madurando, con la complacencia de su hermano que era también poeta, constituyéndose así en una familia muy cultural.
Decir la verdad al miente, ofuscaba a cualquier hacendado, pero en Violeta esta era la cartilla y su pupitre la calle. Fue creciendo con una mentalidad abierta, de mujer que aprendió que los demás necesitaban labrar la tierra para subsistir ante el hambre y la miseria. Eran libres de pensar, de actuar y de sentir como cualquier mortal. En su mente se fueron enquistando todos los sentimientos de dolor que sufren los pueblos, ante la falta de educación, de sanidad, de respeto al desarrollo. Es allí donde nacen sus primeros versos musicalizados, que enseñaron a rescatar del olvido a los campesinos, sus congéneres, que no tenían ni voz ni voto ante las vicisitudes inadecuadas del sistema.
Siempre soñó que la música que ella componía era de la tierra y como tal, debía ser enseñada para ser vivida. El poder, quería ocultar lo que su guitarra y canto añoraban, porque eso se traducía como folclor y denuncia. Pero no solo cantó, fue recopiladora e investigadora, viajo por todo Chile y se encontró con una riqueza rural acaparada por los latifundios, lo que hacía más inconforme al campesino frente a las necesidades de la familia sin sociedad. Con sus versos rescataba a los olvidados, hizo que sus temas se convirtieran en oraciones perpetuas de desesperanza. Cada verso era edificante ante la lujuria desorbitada de los poderosos, sus contrincantes no desperdiciaban diatribas, ante la avalancha de nuevas formas de lucha, en un mundo insensato que transformaba a su país con el paso de los tiempos en un refugio para la democracia.
Fue la primera latinoamericana en exponer en el museo de Louvre de Paris sus obras reflejadas en telares esculpidos en bordados de colores que como costurera de la vida, reflejaban el carácter de su pueblo que a través de los hilos de colores, sacaban las puntadas para formar la esencia del arte proclamando el desacuerdo de un pueblo humillado y pisoteado por las elites de una sociedad injusta. Fundó la Peña de los Parra, volcando sobre ellas sus heridas acunadas por años de hambruna y pobreza, donde los pies descalzos de hombres y mujeres que se confundían con el barro en los extensos territorios, donde habitaban agricultores, carpinteros, obreros de metalurgia, que temían a la palabra leer y escribir porque era delito escudriñar sobre la vida.
Escribió más de 3.000 canciones acuñadas en el laberinto de la vida, que aunque no fue plena, le dio gracias al mundo por su existencia y valores, que no reflejaban la realidad pero que con el paso del tiempo profetizó que América era grande y sus hermanos iguales.
Gracias a la Vida, es su principal lamento, interpretado miles de veces por las voces que heredaron su pensamiento. En esta canción muestra el aporte de la madre naturaleza para con el ser que habita los territorios, que camina los senderos y respira el aire que dan las ideas, al brotar los sentimientos sobre el respeto al ser amado, sin distingo de razas ni de colores, lo que vemos, oímos y sentimos. Es la apología del ser viviente que ama, que sufre pero que necesita respeto.
Violeta Parra, murió de la enfermedad del siglo moderno, la depresión, ella no quiso vivir más y a la edad de 49 años dejó este mundo por el cual luchó y como rebelde se quitó la vida.
Escribió más de 3.000 canciones acuñadas en el laberinto de la vida
