Javier Sánchez
El reloj electoral para 2026 ya resuena en los pasillos del poder colombiano, y el tablero político se agita con nombres que buscan tallar su destino en la historia. La fragmentación, esa bestia de mil cabezas que ha marcado la política reciente, se erige como el primer gran obstáculo, y a la vez, como el campo de batalla donde las alianzas se forjarán o se desmoronarán. Derecha, centro e izquierda, bloques aún difusos, se tantean, se miden, mientras la opinión pública, volátil y sedienta de certezas, observa desde las pantallas y las redes sociales, ágora virtual donde la verdad se diluye entre el eco de los algoritmos.
Gustavo Bolívar, heredero del petrismo, navega entre la ola de apoyo y el lastre de la gestión actual. Su figura, polarizante, despierta pasiones encontradas. Sergio Fajardo, el eterno centrista, busca construir un puente entre orillas opuestas, apelando a la razón y la experiencia. Vicky Dávila, la periodista convertida en figura política, irrumpe agitando las banderas de la seguridad en un país que clama por orden. Claudia López, la exalcaldesa, teje alianzas en el centro, buscando capitalizar su experiencia en la administración pública.
Y en la periferia, nombres como Juan Manuel Galán, Germán Vargas Lleras, Wilson Ruiz y María Fernanda Cabal, cada uno con su nicho de poder, intentan hacerse un hueco en la contienda. Las encuestas, esas brújulas inestables, marcan tendencias, pero no predicen futuros. Las alianzas, el arte de sumar voluntades dispares, se perfilan como la clave para conquistar la Casa de Nariño. Y el contexto, ese ente invisible que moldea el devenir, será el árbitro final de esta partida de ajedrez, donde el destino de Colombia se juega en cada movimiento.



