El dolor en el cuello (o cervicalgia) afecta a más de 330 millones de personas en el mundo entero, un 10% de estos casos son de carácter crónico.
Fabio González Peña MD.
La frase «la vida es como un dolor de cuello» resuena con muchos, pues la tensión cotidiana, las malas posturas y hasta un colchón inadecuado pueden desencadenar rigidez y dolor cervical. Si bien algunas dolencias de cuello pueden ser síntoma de afecciones subyacentes, la mayoría se originan en la tensión muscular.
El cuello, una estructura compleja diseñada para soportar la cabeza (que pesa entre 4.5 y 9 kilogramos) y permitir un amplio rango de movimiento, depende de la intrincada colaboración de siete vértebras, 32 músculos y discos cartilaginosos que actúan como amortiguadores. Esta movilidad, aunque esencial, también lo hace vulnerable a las tensiones.
Cuando el estrés físico o emocional provoca una disminución en el flujo sanguíneo a los músculos del cuello, estos tienden a contraerse, generando un círculo vicioso de dolor y limitación. Para romper este ciclo, es fundamental abordar tanto la causa subyacente de la tensión como los espasmos musculares resultantes.
Una técnica sencilla y efectiva es la respiración abdominal: sentarse en un lugar tranquilo, inhalar profundamente permitiendo que el aire llegue al abdomen y luego exhalar completamente, contrayendo suavemente el estómago. Repetir este ejercicio durante varios minutos puede ayudar a reducir la tensión general.
Existen diversas estrategias para aliviar la tensión muscular y el dolor de cuello. El masaje suave en la zona afectada puede proporcionar alivio temporal y favorecer un mejor descanso nocturno. Un baño o ducha caliente previo al masaje ayuda a relajar los músculos.
Se pueden utilizar aceites o lociones realizando movimientos circulares suaves con poca presión. En caso de no contar con ayuda externa, automasajear el cuello durante unos 15 minutos puede ser beneficioso. Además, analgésicos de venta libre como la aspirina, el ibuprofeno o el acetaminofén pueden ayudar a controlar el dolor. La aspirina, en particular, es un buen antiinflamatorio; si causa molestias estomacales, se recomienda optar por presentaciones recubiertas o acetaminofén.
La postura juega un papel crucial en la salud del cuello. Mantener la cabeza y la columna alineadas con la fuerza de gravedad es esencial.
Un ejercicio útil es la «prueba de la pared»: de pie con la espalda contra la pared, los talones a unos centímetros y la parte posterior de la cabeza cerca de la pared, manteniendo la barbilla nivelada. Al alejarse, se debe intentar mantener esa misma postura a lo largo del día.
El exceso de peso también puede desequilibrar esta alineación, exacerbando la tensión en el cuello. Incorporar ejercicios específicos para el cuello, como los de rango de movimiento (giros suaves, inclinaciones) y los isométricos (presión contra resistencia sin mover la cabeza), puede fortalecer y flexibilizar la zona, previniendo futuros episodios de dolor. Se recomienda aplicar calor húmedo antes de realizar estos ejercicios.
Finalmente, es importante identificar y modificar aquellos factores laborales que puedan estar contribuyendo al dolor, como mantener la cabeza agachada por períodos prolongados, y realizar cambios de posición frecuentes, levantándose y caminando al menos una vez por hora.