Álvaro Turriago Hoyos
La «destrucción creadora», un concepto clave formulado por el economista Joseph Schumpeter, es un oxímoron que define la dinámica del capitalismo. Postula que el progreso y la innovación no son estables, sino que emergen del colapso de estructuras antiguas para dar paso a nuevas formas de producción, organización y consumo. En esencia, lo viejo debe desaparecer para que lo nuevo pueda nacer.
A pesar de su aparente contradicción, la destrucción y la creación están intrínsecamente conectadas en la tecnología, los negocios y la economía. Cada vez que una innovación triunfa, algo anterior desaparece: oficios, rutinas e industrias enteras se transforman. Este proceso, aunque ambivalente, impulsa el progreso tecnológico y eleva el nivel de vida, pero también genera rupturas sociales y desplazamiento laboral. Comprenderlo es crucial para navegar un mundo en constante cambio.
Un ejemplo claro es la fotografía digital que desplazó a la analógica, destruyendo empleos pero generando nuevas industrias como la edición digital y el almacenamiento en la nube. Actualmente, la inteligencia artificial (IA) es el campo donde la destrucción creadora se manifiesta con mayor fuerza, prometiendo eficiencia pero también amenazando con desplazar trabajadores mientras crea nuevos roles.
Para gestionar este proceso, tanto la administración pública como las empresas deben actuar. Desde lo público, se requieren políticas laborales como la formación y reconversión, fomento a la innovación inclusiva y apoyo regional. Desde el frente empresarial, es vital una transformación organizacional continua, diversificación estratégica, responsabilidad social con transiciones justas y vigilancia tecnológica constante.
En conclusión, la destrucción creadora es esencial para la reinvención económica. No se puede detener, pero sí gestionarse inteligentemente. El desafío no es evitar la innovación, sino asegurar que sus beneficios sean amplios y sus costos no recaigan siempre sobre los mismos. Esto exige coordinación entre políticas públicas visionarias, estrategias empresariales responsables y una ciudadanía informada. Prepararse para el cambio, en lugar de resistirlo, es una necesidad estratégica en un mundo cada vez más tecnológico.

