Opinión, TOP

RETOS Y DESAFÍOS PARA TRANSFORMAR EL FUTURO DE COLOMBIA

Cultivos de coca 

 

 

Fernando Salgado

El informe anual más reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha revelado que Colombia concentra más del 67% de los cultivos de coca a nivel mundial, consolidándose como el principal productor de cocaína a nivel global. Esta es una noticia alarmante que, al considerar los problemas asociados al narcotráfico, el conflicto armado, la proliferación de bandas criminales, la minería ilegal, la degradación ambiental, la corrupción, el clientelismo, la pobreza extrema, el desempleo, la desigualdad, la inequidad, la drogadicción, la discriminación, el desplazamiento forzado, y el debilitamiento de las fuerzas de seguridad, se presenta como un panorama complejo y entrelazado. Todos estos factores contribuyen a una creciente inestabilidad social, política, jurídica y económica en el país, alimentando la desesperanza que agobia a los colombianos.

Además, la polarización política y el populismo han obstaculizado la capacidad del Estado para abordar de manera efectiva los problemas más críticos que enfrenta la nación. Esta compleja situación, sin precedentes en la historia contemporánea, pone de manifiesto el riesgo de anarquía institucional y genera una preocupación legítima sobre la inseguridad jurídica y financiera, aspectos que impactan negativamente la inversión en el país, que se agrava aún más con la reciente calificación de Moody’s Ratings que rebajó las calificaciones de emisor y de deuda sénior no garantizada en moneda local y extranjera de largo plazo del gobierno de Colombia. Así las cosas, la calificación crediticia de Colombia bajó desde Baa2 hasta Baa3, su punto más bajo dentro del rango de grado de inversión y aunque mejoró la perspectiva de negativa a estable, alertó sobre el deterioro fiscal persistente y la suspensión de la regla fiscal como factores determinantes para esta decisión.

Para redirigir el futuro de Colombia, es imperativo forjar un gran acuerdo político entre aquellos que anhelan un país mejor, en el marco de un proyecto pluripartidista que promueva la reconstrucción nacional. El primer desafío que debemos enfrentar, antes de discutir candidatos a la presidencia, es garantizar la elección de un Congreso que, en su mayoría, se identifique y comprometa con este cambio. Es evidente quiénes no están comprometidos con la transformación; sería un absurdo reelegir a aquellos que representan el clientelismo y la corrupción. Esta responsabilidad recae en nosotros, los ciudadanos; no se trata de criticar a los demás, sino de respaldar a los buenos candidatos que también existen en esos partidos.

En el contexto de las próximas elecciones presidenciales, es común escuchar la frase que sugiere que el mejor candidato es el de cada uno, lo que a menudo se traduce en la falta de apoyo hacia otros. Sin embargo, considero que entre quienes han manifestado su interés en postularse para la presidencia, hay varios que podrían ejercer el cargo de manera efectiva si se comprometen con un proyecto político que beneficie al país. Por tanto, lo más sensato sería realizar, antes de la primera vuelta, una consulta interna entre partidos y candidatos, eligiendo a aquel que obtenga mayor favorabilidad.

Esto permitiría formar una mayoría suficiente para establecer un gobierno de coalición que opere bajo un solo programa, garantizando una oposición legítima y el respeto por la independencia de los poderes.

En resumen, necesitamos un gobierno y un Congreso que defiendan los pilares de la democracia, así como los principios y valores que sostienen nuestro sistema político, incluyendo la soberanía popular, la libertad, la igualdad, el pluralismo, la participación ciudadana, la transparencia y el estado de derecho. Sin embargo, este anhelo no puede ser solo un sueño; debe convertirse en un movimiento colectivo donde cada ciudadano nos involucremos y participemos activamente en el proceso democrático. La historia nos enseña que los cambios significativos surgen del compromiso de muchos, no de unos pocos. Por ello, es fundamental que, en este momento decisivo, cada voz cuente y cada voto tenga el poder de moldear un mañana más prometedor para Colombia. Solo así podremos romper el ciclo de desesperanza y construir un país donde la paz, la justicia social y la equidad sean más que ideales; sean nuestra realidad compartida.