Activistas de 44 países lanzaron la flotilla «Sumud» para llevar ayuda humanitaria a Gaza por el Mediterráneo, enfrentando amenazas de las fuerzas genocidas israelíes que bloquean la zona.
Gaza es la línea roja de nuestra humanidad, donde se define si aceptamos el genocidio por hambre o si aún defendemos el derecho al pan.
Víctor de Currea-Lugo
En Gaza, el genocidio no solo se mide en bombardeos, sino en estómagos vacíos y madres que hierven plantas para engañar el hambre. Esta realidad, más silenciosa pero no menos brutal, es el rostro de la negación del pan. Por eso, un grupo de activistas de 44 países del mundo lanza la flotilla «Sumud» para llevar ayuda humanitaria por el Mediterráneo hasta las costas de Gaza.
Israel ha cerrado los corredores humanitarios y ha hostigado a las organizaciones de ayuda hasta el silencio. Bombardear cocinas comunitarias o atacar convoyes humanitarios es tan criminal como dinamitar un hospital, y el resultado es devastador: más de medio millón de personas sufren una hambruna oficialmente declarada. En Gaza se asesina a quienes buscan el pan, con disparos a quienes hacen fila por harina o recogen alimentos lanzados desde el aire.
Bloqueo por mar y tierra
Cuando los caminos de tierra están clausurados, el mar se convierte en la única esperanza. No es la primera vez que flotillas solidarias zarpan hacia Gaza. Desde 2010, barcos cargados de alimentos, medicinas y coraje han intentado romper el cerco, a pesar de los ataques y la captura de sus tripulaciones en aguas internacionales.
Cada trayecto es un desafío al bloqueo. Estas embarcaciones, aunque modestas, llevan una carga poderosa: la convicción de que el hambre impuesta no será aceptada. No son viajes neutrales; son actos de resistencia.
La flotilla de este mes, con el nombre simbólico de «Sumud» —que significa «firmeza, resistencia inquebrantable»— resume perfectamente la lucha del pueblo palestino.
Colombia se une a la flotilla
La expedición de «Sumud» incluye una delegación colombiana, en su mayoría mujeres activistas que ya habían intentado llegar a Gaza por tierra en la Marcha Global de junio. Su presencia en el mar es un acto de protesta y de decisión de no retroceder, llevando sus testimonios y su convicción.
El presidente Gustavo Petro se ha sumado a este esfuerzo con una carta pública, cuyo mensaje fue claro: «Cuando muera Gaza, morirá toda la humanidad. Por eso, cada gesto que se opone al exterminio, cada voz que desafía la indiferencia es un acto de vida». Petro reconoció el riesgo que corren los activistas, afirmando que su decisión no es por aventura, sino por convicción, y que «el silencio ante el genocidio es otra forma de complicidad».
La esperanza navega con riesgo
La flotilla de hoy encarna la esperanza y simboliza que Gaza no está sola. Sin embargo, esa esperanza navega en aguas traicioneras, donde Israel ya ha atacado flotillas anteriores. Subirse a estos barcos es aceptar el riesgo de ser atacados con balas o drones, lo que convierte al Mediterráneo en un escenario de violaciones al derecho internacional.
Aun así, zarpan. Ante el hambre, la dignidad no se rinde. Gaza es la línea roja de nuestra humanidad, donde se define si aceptamos el genocidio por hambre o si aún defendemos el derecho al pan.
No debemos, bajo ningún motivo, dejar de hablar de Palestina.
«El silencio ante el genocidio es otra forma de complicidad».