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Cocina Raizal, Trinchera de Resistencia en el Caribe Colombiano: EL FUEGO DE LA IDENTIDAD

A través del programa «Cocinas para la Paz», las comunidades raizales han transformado sus fogones en aulas vivas.

 

 

 

Ana Carolina Zapata

San Andrés, Providencia y Santa Catalina, Colombia.

En las islas donde el turquesa del mar se mezcla con el verde de los manglares, la cocina tradicional ha emergido como la más poderosa de las herramientas para la resistencia cultural y la cohesión comunitaria. A través del programa «Cocinas para la Paz», las comunidades raizales han transformado sus fogones en aulas vivas, reafirmando su identidad, transmitiendo saberes ancestrales y fortaleciendo el vínculo sagrado con su entorno natural.

La iniciativa, que hasta la fecha ha involucrado a 77 participantes —43 de ellos ya certificados—, ha puesto en el centro el rol de las mujeres como guardianas de estas tradiciones. Cada plato, desde el icónico rundown hasta la crab soup, es un reflejo de la Reserva de Biósfera Seaflower, una joya de la UNESCO, y narra la historia de un pueblo, su resistencia y su conexión inquebrantable con la tierra y el mar. El programa no solo ha identificado riesgos como la pérdida de especies y la presión del turismo, sino que también ha destacado la resiliencia de la comunidad a través de prácticas sostenibles como la pesca artesanal.

El futuro de esta tradición está asegurado gracias a una destacada participación intergeneracional. Niños, niñas y adolescentes se han sumado al curso «Herencia en la Mesa», donde aprenden a preparar recetas como el coconut balls y el stewboil, al tiempo que adquieren conciencia sobre la importancia de proteger especies en riesgo como el cangrejo negro. De esta forma, la cocina se consolida como un auténtico lenguaje de resistencia contra la homogeneización cultural, un puente entre el pasado y las nuevas generaciones que asegura la continuidad de una cosmovisión única.

En definitiva, la defensa del patrimonio culinario raizal es una estrategia integral que va más allá del alimento. Es una política de vida que promueve la sostenibilidad ambiental, la seguridad alimentaria y la participación colectiva. La articulación entre instituciones y la comunidad es la clave para que estos saberes no se conviertan en un simple vestigio del pasado, sino en un faro que ilumine un futuro sostenible para el Archipiélago, consolidando los fogones como verdaderas escuelas abiertas y centros culturales.

La articulación entre instituciones y la comunidad es la clave para que estos saberes no se conviertan en un simple vestigio del pasado, sino en un faro que ilumine un futuro sostenible para el ArchipiélagoLa cocina se consolida como un auténtico lenguaje de resistencia contra la homogeneización cultural,