El sol ya había salido en París y los visitantes comenzaban a desfilar por los pasillos del museo del Louvre cuando la banda atacó.En menos de ocho minutos se alejaban a toda velocidad del corazón de la capital francesa con uno de los tesoros más valiosos de la nación.
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Francia
El corazón de la memoria monárquica de Francia ha sido brutalmente violentado. El reciente robo perpetrado en la Galería de Apolo del Museo del Louvre, sede de inestimables restos de las Joyas de la Corona, no solo ha despojado a la nación de piezas de valor incalculable, sino que ha desvelado con audacia la «terrible fragilidad» del sistema de seguridad del museo más concurrido del planeta.
El golpe, ejecutado con precisión quirúrgica y una audacia que recuerda a los guiones de Hollywood, se consumó en menos de siete minutos. Una banda de al menos cuatro individuos logró acceder al recinto. La mecánica fue tan insólita como efectiva: utilizaron un montacargas en la fachada que mira al río Sena, rompieron vitrinas blindadas con una sierra radial y se dieron a la fuga en motocicletas de alta cilindrada. En su vertiginosa huida, los ladrones dejaron tras de sí la única evidencia de su pánico: una de las piezas robadas, una corona, y herramientas propias del crimen organizado, incluido un walkie-talkie.
Tesoro Incalculable
El «botín real» se compone de ocho o nueve piezas históricas cuyo valor en material y gemas ha sido tasado por la fiscalía de París en unos 88 millones de euros (alrededor de 102 millones de dólares). Sin embargo, el Ministro del Interior, Laurent Nuñez, y las autoridades culturales coinciden en un diagnóstico demoledor: la pérdida es «incalculable» al tratarse de patrimonio histórico.
La fiscal Laure Beccuau ha enfriado las esperanzas mercantiles de los asaltantes, enfatizando que el valor en bruto «no es lo que ganarán» si optan por fundir las piezas, un acto que aniquilarían su valor histórico. Los expertos inclinan la balanza hacia la teoría del «secuestro de arte» o el robo por encargo de un coleccionista anónimo, dada la casi imposibilidad de vender gemas tan históricas sin «recortarlas» drásticamente.
La repercusión política ha sido inmediata. Aunque la dirección del Louvre intentó defender la calidad de las vitrinas instaladas en 2019, el Ministro de Justicia, Gérald Darmanin, cortó de tajo cualquier excusa, admitiendo un «terrible fracaso» en la protección de la memoria francesa. El Gobierno se ha visto obligado a ordenar una urgente y exhaustiva «revisión de la seguridad» de todas las instituciones culturales de la República.
Las primeras imágenes del robo en el Louvre: un ladrón vestido con un chaleco amarillo fuerza una vitrina de la sala Apolo