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EL FANTASMA

 

Navidad a la vista

 

A medida que el calendario se inclina hacia el Día de las Brujas, no solo aparecen los disfraces y los dulces, sino también una curiosa colección de comportamientos obsesivos que la RAE define como «preocupación caprichosa y a veces extravagante por un tema o cosa determinados»: las manías.

Lejos de ser solo fobias o simples gustos, estas manías representan impulsos incontrolables y fascinaciones intensas que, al ser nombradas con rigor académico, revelan un universo psicológico tan diverso como la celebración misma. A continuación, un compendio de las compulsiones más singulares, para que cada quien identifique su propia «obsesión de temporada»:

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«El Elenco de las Obsesiones»

Aboulomanía: La incapacidad cómica de tomar una decisión simple.

Ablutomanía: Obsesión crónica por bañarse.

Ailuromanía: Entusiasmo intenso por los gatos.

Aritmomanía: Locura por contar y por los números.

Bibliomanía: Interés anormal por adquirir libros.

Clinomanía: El ansia de quedarse en cama, voluntariamente, y no levantarse.

Coreomanía: Obsesión por danzar o bailar.

Crematomanía: Deseo obsesivo por el dinero.

Dipsomanía: Deseo irresistible por ingerir bebidas alcohólicas.

Doromanía: La insólita obsesión por dar regalos.

Ergomanía: Deseo obsesivo por trabajar.

Erotomanía: Obsesión incontrolable por el deseo sexual.

Melomanía: Fascinación excesiva por la música.

Mitomanía: Impulso irresistible hacia la mentira y la exageración.

Oniomanía: Compulsión incontrolable por comprar.

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«Las Compulsiones Más Oscuras»

Algunas manías reflejan ansiedades o fijaciones más profundas, resonando con el espíritu misterioso de la noche:

Cacodaemonomanía: Obsesión anormal por la posesión demoníaca.

Enosimanía: La creencia, a menudo observada en personas religiosas, de que todo lo que se hace es un pecado imperdonable («sufrir de escrúpulos»).

Necromanía: Excesivo interés por los muertos.

«El arte de nombrar estas obsesiones nos permite distanciarnos y reírnos de nuestra propia ‘extravagancia’. Al fin y al cabo, ¿quién no ha sufrido un ataque de Eremiomanía (deseo irresistible por la calma) en medio de la ruidosa ciudad, o de Dromomanía (entusiasmo intenso por viajar) al ver un mapa?»

Con la llegada de la festividad, y bajo la influencia del disfraz y la transgresión, estas fascinaciones encuentran un momento ideal para manifestarse, confirmando que las «manías» son tan parte de la cultura humana como la necesidad de celebrarla.