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COMUNICACIÓN: LOS SILENCIOSOS APENADOS Y LOS OTROS.ALGUNAS CLAVES PARA CONTESTAR

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Por la salud de las buenas relaciones humanas, ¡contestémosles a quienes nos escriben!

 

Jairo Cala Otero

Especial para Primicia

 

 

Comunicarse es también un arte. Pero no todas las personas que saben escribir tienen bien desarrollada esa facultad. Para lograrlo, se requiere de todo un proceso de formación; como ocurre con todos los demás procesos de la vida humana.

Por tal falla que se supera cuando la persona asume el control y se propone adquirir destrezas hoy las comunicaciones interpersonales son de baja calidad. Además de las deficiencias en materia de gramática, ortografía y puntuación (que sobreabundan a pesar de la infinidad de recursos existentes para aprender el idioma), se mantiene la inveterada y desaliñada costumbre de no contestar los mensajes que se reciben en las cuentas de correo electrónico. Como algún pensador lo señalara: hemos aprendido a ir a la Luna pero no somos capaces de comunicarnos aquí abajo.

Hay varias razones para que ese silencio sin fin exista. La más recurrente la cuento porque me la exponen con frecuencia es la de expresar temor por el parecer que tenga el destinatario del mensaje respecto de su contenido, o de su forma (escritura y lo que ella implica). Dicen, por ejemplo: «Después de pensarlo muchas veces, hoy me atreví a escribirle. Ojalá no me hayan quedado muchos errores de ortografía en este escrito». Y otros de naturaleza semejante, a veces con aire de reto personal.

La lectura que yo hago de esas admoniciones es sencilla: la persona sabe y reconoce que tiene fallas en su comunicación personal; no obstante, se encuentra frente a frente con ellas a la hora de expresar lo que siente; están ahí esas deficiencias y no las ha superado por no dedicarles tiempo. Y, además, tales advertencias dicen que, en el fondo, se quiere sobresalir, dejar atrás las maneras incorrectas de escribir; pero a tales personas les parece una encrucijada emprender el proceso de capacitación para lograrlo. Aparecen de nuevo el temor y la inseguridad acerca de si lo conseguirán o no.

Otra razón del prolongado silencio frente a un mensaje personal es la recurrente excusa: «No tengo tiempo». En este caso, hay un autoengaño; porque tiempo sí hay suficiente: 16 horas (restando 8 para dormir). Lo que ocurre es que no se planifica el tiempo, o se lo derrocha en asuntos triviales; por eso, parece que no alcanzara para atender otros menesteres. Cuando se tiene un orden, sin rigorismo para evitar el estrés, los planes salen siempre bien; y se puede atender todo.

Pero sí deseo aportar algunas sugerencias para responder mensajes en aquellos casos en que los contenidos urjan una respuesta, o cuando discrepemos de algún aspecto; o cuando, simplemente, no queramos algún asunto. Con ello, dejamos la vergüenza a un lado, y, por el contrario, ganamos en carácter y circunspección.

Para responder, simplemente, que hemos recibido el texto: «Gracias por su mensaje. Es usted muy amable al escribirme». (Si la pereza fuera de tamaño mayúsculo, las computadoras tienen un sistema para grabar mensajes de respuesta automática; así no hay que estar escribiendo el mismo mensaje para cada persona).

Para manifestar admiración o simpatía por su contenido: «Estoy de acuerdo con su mensaje. Me despertó interés, por eso le expreso mi admiración. Gracias».

Para agradecer un elogio, una manifestación de admiración o asunto similar: «Infinitas gracias, fulano (a), por leer mi mensaje. Sus palabras enaltecen mi ocupación, y me animan a proseguir en la brega. Le deseo bendiciones en todo».

Para solicitar que no le escriban más, ni que le reenvíen correos: «Recibo desde hace algún tiempo mensajes originados en su cuenta electrónica. Con todo respeto, le solicito el favor de suspender esa clase de envíos. No son de mi interés, si bien comprendo su buena intención. Gracias por su atención». (Un texto así, civilizado, califica grandemente a la persona; en cambio, uno apatanado la presenta como ruin, maleducada y detestable).

Para manifestar desaprobación de una sugerencia, solicitud, cuestionamiento o similar: «Recibí su mensaje. Lamentablemente, por diversas razones no estoy (o estamos) en condición de darle curso a su contenido. Espero (o esperamos) que sepa usted comprenderme/comprendernos. Gracias».

Para atender un requerimiento urgente (un envío, un pago, un trámite financiero, etcétera): «Acuso recibo de su mensaje. Con gusto procederé prontamente a atender su solicitud. Discúlpeme el involuntario olvido, que enmendaré para futuras ocasiones».

Para cuando no estamos en capacidad de corresponder a un requerimiento: «Discúlpeme, no puedo atender su requerimiento ahora. Me comprometo a hacerlo tan pronto supere los inconvenientes. Gracias por su comprensión».

Podría señalar muchos más referentes, desde luego. Pero estos pueden servir de guía, y cada quien podrá adaptarles las modificaciones pertinentes, según sea su caso. Lo valioso, finalmente, es no enmudecer; ese silencio prolongado puede convertirse en reflejo de mala crianza y descortesía. Nadie está tan atareado como para no disponer de dos minutos para contestar de buena gana un mensaje.

Por la salud de las buenas relaciones humanas, ¡contestémosles a quienes nos escriben!