Deportes, Destacadas

REAL MADRID CLASIFICA A LA FINAL DE LA COPA DEL REY

1361916270273

Messi no fue al partido, el argentino estuvo impreciso todo el cotejo.

 

Por: Nicolás Rojas Holguín

Coordinador de Deportes

 

Si el objetivo del Real Madrid al contratar a Mourinho fue que matara al dragón, la misión está cumplida. Si fue ganar la Champions, todavía falta un capítulo por escribir. El hecho es que el Barça ha sido engullido por su eterno rival, atrapado por el complejo que antes atacaba a los madridistas, muerto por la complacencia propia y por el empeño ajeno. El Madrid jugará la final de Copa del Rey y, siendo esa conquista considerable, el mérito es mayor porque su triunfo deja al Barça hecho trizas, ahogado en un mar de dudas sobre su futuro y su filosofía.

Fue una pesadilla en toda regla, de aquellas que nadie quiere imaginarse. Un nuevo aviso para un Barça que en una semana ha recibido dos de consideración. Un final de febrero amargo para los de Jordi Roura, a la vez que un revulsivo para un Real Madrid que recupera la moral que pierde a capazos el conjunto barcelonista. Y no puede perder más, porque queda otro duro examen en apenas dos semanas, donde estará en juego la continuidad en la Champions.

Roura apostó de salida por su once de gala en la Copa. El mismo que presentó en la ida en el Santiago Bernabéu. Deshizo las dudas y apostó por Cesc. Villa al banquillo… y Alexis, a la grada. Era un Barça que daba confianza a una grada volcada como en las mejores ocasiones. Enfrente, un Real Madrid que tenía que salir a arrear, con la desventaja del 1-1 de la ida.

En una de las primeras subidas al ataque del conjunto blanco, Cristiano Ronaldo desafió a Gerard Piqué y el central cometió un penalti indiscutible. El portugués no perdonó a Pinto y dio el primer mazazo de la noche a los barcelonistas.

Lo peor estaba por llegar. Una carrera de Di María que Puyol, amonestado en la primera parte, no se atrevió a frenar, chut del argentino, rechace de Pinto y segundo remate de Cristiano Ronaldo inapelable. 0-2.

Caras largas, larguísimas, entre los barcelonistas. El monte que debían escalar se convirtió, en un instante, en el Everest. Roura tomaba medidas, retirando a Cesc y sacando a Villa. Demasiado tarde. La comodidad blanca era grande con ese marcador. Y aún lo fue mayor cuando a la salida de un córner Raphael Varane puso el 0-3 en el marcador con un testarazo soberbio.

Quedaban 27 minutos por delante, con un Barça desdibujado, insolvente, desaparecido… sin atisbo de reacción. Salieron al campo Tello y Thiago pero sin esperanza de reacción. Fue pasando el tiempo y el Real Madrid festejaba la clasificación para la final, con el gol de Alba en los últimos instantes, tras un excelente servicio de Iniesta, como anécdota sin gracia para un conjunto barcelonista sin recursos.

Un duro golpe. Demasiado duro. Segundo aviso en una semana. Queda el partido de Liga en el Bernabéu, esa competición que parece sentenciada desde hace mucho. Después, el Depor visitará el Camp Nou y llegará otro examen final. El de la esperada -porque hay que seguir esperándola- remontada contra el Milan. A este equipo le toca levantarse, tomar nota de lo que ha pasado y pasar página. Sin invocar a nada ni a nadie, esperando que este Barça que desapareció en la noche barcelonesa vuelva a aparecer contra el Milan. Estos futbolistas merecen crédito, aunque ahora parezca imposible, porque la herida es muy dura. Pero todo tiene solución, excepto la muerte.