Alejandro Arias
Fotografías: Amado Villafaña
Especial para Primicia
Santa Marta
Me preguntaron: ¿en todos estos años en los que has investigado, has podido encontrar alguna noticia que permita endulzar nuestras almas y hacernos mirar el futuro con esperanzas? Respondí de tajo: sí.
La ciudad tiene, en sus muchos rincones, guardadas historias que demuestran que los samarios y los magdalenenses somos más que el cliché negativo por el que hoy el país nos reconoce. En esas gavetas de los recuerdos hay ejemplos que tristemente abandonamos y entonces fue cuando renunciamos a creer que basta un toque para transformarnos, que basta un toque para que el triunfo, el amor y los sueños florezcan. Haciéndonos, como raza y como pueblo, valiosos hombres de empresa.
Dos justas causas han vivido fascinantes momentos de oro: el medio ambiente y nuestras comunidades indígenas. Ambas indisolubles y ambas significativas.
Hoy, creo no hay lugar en el mundo que no conozca o sepa de nuestros vivos ancestros. No hay lugar del alma que no haya sido tocado por la magia de sus rostros, sus costumbres, su habitat, sus obras.
Hoy gracias a Amado Villafaña muchos que nunca han venido a la Sierra Nevada de Santa Marta han podido disfrutar en la distancia de ella y de su pueblo. Amado Villafaña Chaparro es un orgulloso indígena Arhuaco. Director del Centro de Comunicaciones Indígena Zhigoneshi.
Este Centro es una dependencia de la Organización Gonawindúa Tayrona; que busca fortalecer los procesos institucionales de los pueblos kogui, wiwa y arhuaco. Para ello desarrollan actividades encaminadas a investigar, clasificar, diseñar, editar y producir material audiovisual extraídos de la cotidianidad de los pueblos indígenas, encaminadas a la sensibilización dentro de sus propios pueblos y de éstos hacia fuera, basados siempre en el respeto de las tradiciones ancestrales y su relación con los avatares de la modernidad.
Hoy gracias a Amado, el mundo ha conocido las más hermosas imágenes de su cultura y los paisajes de su envidiado hogar: la Sierra Nevada de Santa Marta.
Creación del Centro Zhigoneshi
Todo empezó con la preocupación de Amado al sentir que la gente veía a los indígenas con desconfianza, con desprecio. Sin que valoraran su cultura, su forma de vida, sus raíces, el valor de sus tradiciones y la de los Mamos. Entonces como respuesta surgió la idea de mostrar al mundo todas esas cosas que Amado sentía incomprendidas y que eran causa de su preocupación. Y quien mejor que Amado para hacerlo.
No pasó, entonces, mucho tiempo cuando un grupo de empresarios decidió apoyar la idea y adquirieron, para Amado, su primera cámara fotográfica, le contrataron un instructor y fue así como se empezó a colgar en las más importantes paredes del mundo las más hermosas fotografías de nuestras etnias indígenas.
En otro baúl aún permanece nítido el comunicado de prensa que en el 2004 despachara la embajada de Colombia en Tokyo. Como si hubiera sido ayer se recuerda ese titular de Café arhuaco llega directo a los japoneses. Se leía en él que se exportarían 100 contenedores de café a ese país asiático. En un negocio que beneficiaba a 347 familias que pertenecían a la Confederación Indígena Tayrona (CIT) que se habían dedicado a la producción y desarrollo del café orgánico Tiwun.
Negocio que para ser realidad también bastó un toque.
No importó que los indígenas no supieran del negocio. Bastaba con la confianza de creer que si unidos se miraba hacia la misma meta se podía; no importaban las diferencias entre los hermanitos mayores (Indígenas) y los hermanitos menores (los occidentales). Ser uno solo, vendría a ser el secreto.
Y fue entonces como los hermanitos menores asumieron la tarea y los millonarios costos que implicaban, como inversión, sacar adelante semejante proyecto de vida. Se crearon y financiaron equipos de agrónomos y de técnicos. Se multiplicaron las asistencias, las capacitaciones y todo el acompañamiento socioempresarial que demandaba el lograr no sólo la certificación orgánica del café sino su comercialización en el extranjero. Hoy, luego del feliz titular del 2004, las comunidades indígenas manejan por sí solo su negocio de café orgánico con el apoyo de comercializadores internacionales y la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.
Para estas dos historias bastó un toque de humanidad, un toque de responsabilidad social . . . bastó el toque de Daabon.
Yo creo firmemente que es posible alcanzar el respeto para nuestro departamento y también tengo fe en que podemos transformar a nuestra ciudad; para ello basta con un toque, de los que tienen y pueden, rectificando los errores del pasado y escogiendo el camino correcto.
Es una maravilla del mundo la vida Tayrona