Nunca en el estadio de la democracia que es el Congreso de la República, tantos se confabularon -incluido el DT y los jueces-, para anotarle a la Constitución un gol fuera de lugar, con la mano y en tiempo de reposición.
Raúl Gutiérrez García
Columnista Primicia
Nunca en el estadio de la democracia que es el Congreso de la República, tantos se confabularon -incluido el DT y los jueces-, para anotarle a la Constitución un gol fuera de lugar, con la mano y en tiempo de reposición.
Eso fue lo que sucedió con la reforma de la justicia que hoy es letra viva de la carta fundamental de derechos y deberes de los colombianos. En desarrollo del partido hubo juego sucio ante la mirada pasiva de la mayoría de espectadores.
El equipo de la Unidad Nacional dirigido por el presidente Santos y los árbitros pertenecientes a la tercera rama del poder, dejaron en manos del utilero ministro de Justicia Esguerra, la responsabilidad de sacar un resultado digno y fracasó. Hubo momentos en que pasó de la defensa del interés común de la reforma a jugador polifuncional del marrullero equipo rival.
Este partido y su tramposo final sí tienen reversa. Cuando el cuerpo técnico de un equipo de fútbol no da resultados se cambia. El ministro de Justicia fue artífice de un autogol vergonzante y el DT debe sustituirlo. Si el presidente Santos no lo hace, deja en entredicho su posibilidad de seguir conduciendo a Colombia en el 2014.
Los espectadores también tienen responsabilidades en lo porvenir. El gol anotado contra la Constitución del 91 debe convertirse en autogol contra el Congreso y el Gobierno.
Mientras se perfecciona un mecanismo constitucional para invalidar el infundio, los senadores y representantes que votaron negativamente y los que se marginaron de la conciliación, deben demandar la reforma ante la Corte Constitucional.
Aunque parezca iluso, la ciudadanía debería exigirle desde la calle, la universidad y el foro público al Jefe de Estado, que lidere la convocatoria de un referendo.
A propósito del autogol: estoy entre quienes lo consideran más doloroso que descubrir que la mujer amada nos fue infiel.
Santos como Poncio Pilato a lavarse las manos. La rata de Uribe en su madriguera esperaba que sus cómplices salieran de la cárcel