La derrota
El Gobierno nacional acaba se sufrir una nueva derrota en el ámbito internacional luego de fracasar la candidatura del vicepresidente Angelino Garzón, quien aspiraba a ser el director ejecutivo de la Organización Internacional de Trabajo.
Esa candidatura nunca en la historia de Colombia había recibido un apoyo tan decidido del Gobierno en el orden político y económico. Los recursos económicos abundaron, los viajes fueron demasiados e incluso la delegación folclórica que acompañó a la derrota de Garzón estaba compuesta por cerca de un centenar de personas, destinadas, según los argumentos gubernamentales, a realizar tareas de lobby.
Aquí, nos vendieron la idea que con el apoyo de Estados Unidos el triunfo era inevitable, pero al parecer el país del norte decidió apoyar al candidato ganador, y dejó en el camino al señor Garzón.
Pero en el fondo la derrota fue para el presidente Santos, que según sus amigos y enemigos vio la oportunidad de deshacerse de su incómodo vicepresidente. Sin embargo, el mandatario antes de aceptar la derrota salió a reclamar el triunfo con el argumento de que Colombia había llegado muy lejos.
No habíamos asimilado el «golpe» que nos dejó la Cumbre de las Américas, donde el país se gastó una fortuna y solamente logramos que Colombia se mencionara en todo el mundo por el comportamiento escandaloso de la delegación de seguridad de los Estados Unidos, que dejó afectadas a las mujeres colombianas respecto de la prostitución.
Definitivamente, las relaciones exteriores de Colombia están manejadas en forma deficiente. Es hora de hacer un alto en el camino, para hacer un análisis del nuevo rumbo que debe darse a nuestra política internacional o de lo contrario vamos a la hecatombe.
Es hora de buscar responsabilidades, para que no se vuelvan a registrar hechos bochornosos que nos hacen quedar en ridículo en el ámbito internacional. Es hora de que la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República haga un debate del asunto, y la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores sea convocada para que asesore en una reingeniería de la política de Colombia en el mundo.
La ministra de Relaciones Exteriores debe salir a dar la cara, explicar que pasó, cuánto se gastó y cuáles fueron los resultados que desconocemos. No queremos un informe a medias, como cuando entregó las cuentas de la Cumbre de las Américas, ocasión en que presentó solamente lo que gastó su Ministerio, pero se ocultaron los gastos en que incurrieron los otros organismos del Estado.
Las cuentas deben ser claras. Vamos a conocer por fin como derrochan los dineros publicos