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NOTA EDITORIAL: VIOLENCIA SEXUAL

 

Editorial11

Violencia sexual

 

 

Es increíble que Colombia registre el mayor índice de violencia sexual en el mundo, de acuerdo con las estadísticas reveladas por organismos internacionales que buscan proteger a las mujeres y niños, principales víctimas de los degenerados.

 

En nuestro país, desafortunadamente, los hechos violentos sexuales son al por mayor en todos los niveles desde el estrato 0 al 7. Los agresores son o muy letrados o iletrados.

 

El caso que ha llamado la atención de propios y extraños fue el relacionado con el famoso restaurante ‘Andrés, carne de res’, donde un letrado egresado de la prestigiosa Universidad de los Andes, es  denunciado por violación de  una mujer de 19 años.

 

Este hecho ha llamado la atención por cuanto las autoridades de policía y los propietarios del restaurante quisieron restarle  importancia al caso, incluso el dueño del negocio, Andrés Jaramillo, pronunció una sentencia que fue afortunadamente rechazada por la ciudadanía. Dijo: «Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues ¿a qué está jugando? Para que ella después de excomulgar pecados con el padre diga que la violaron».

 

Increíble que este hecho pase desapercibido porque los asesores jurídicos de Jaramillo, le solicitaron publicar un comunicado donde se rectifica y presenta disculpas.

 

Eso no es así, cómo es que frescamente, después de haber jugado con la dignidad de una víctima, ahora en protección de  sus intereses comerciales, diga todo lo contrario. Esto sucede en Colombia cuando se acogen «ídolos» de barro. Claro, los erigen mediáticamente, y ellos se lo creen.

 

En los sectores populares la situación es más grave, porque los violentos y depravados, una vez cometida la violación, proceden a atentar contra la vida de las víctimas y se ensañan propinándole toda clase de flagelaciones.

 

Una  joven abogada de 26 años, identificada como Jéssica Paz Soldán, sobrevivió a las 47 puñaladas que le propinaron 3 sujetos, quienes, además, la violaron en las murallas aledañas a la avenida de El Pedregal, en el barrio de Getsemaní, de Cartagena.

 

Sin embargo, estos hechos pasan y se olvidan hasta que se vuelve a producir un nuevo caso. Es el círculo vicioso de la amnesia colectiva. ¡Bárbaro!

 

Las sanciones contempladas en el Código Penal, elaborado por congresistas que en varias ocasiones han sido denunciados por violación contra menores, como  el último caso  del sacerdote político del Partido de la U, que, a pesar de las acusaciones en su contra, realiza una campaña tendiente a su reelección en el Congreso. Aquí sí podemos preguntar a qué juegan algunos presuntos violadores cuando el olvido es el común denominador de los hechos que suceden en Colombia.

 

Definitivamente, este comportamiento hace parte de la costumbre mafiosa y enfermiza, que hace rato permeó todos los sectores de la sociedad colombiana; esos mismos donde se quiere alcanzar la riqueza, el poder y, sobre todo, el deseo como sea, sin importar las víctimas  con la complicidad de un pueblo olvidadizo.

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