Que nos hagan propuestas de cualquier índole no significa que estemos obligados a aprobarlas.
Jairo Cala Otero
Especial para Primicia
Que nos hagan propuestas de cualquier índole no significa que estemos obligados a aprobarlas. Al fin de cuentas es nuestra voluntad la que se impone y ella nos orienta sobre qué debemos hacer.
Pero hay un comportamiento curioso, al que le he hecho seguimiento lineal durante varios meses; años, para ser precisos: el silencio automático de algunas personas ante alguna proposición cuando su voluntad es la de no aceptarla. Es decir, cuando en silencio dicen NO, pero no son capaces de hacer eco de esa palabrita (NO), ante quien está esperando una reacción; como si, eventualmente, pudiese ser un SÍ.
«Me da pena decirle que se decidió que no», podrá ser un comentario interior. Pues expréselo, sin tapujos, sin falsa vergüenza. ¿Qué delito es, acaso, que uno no quiera comprar lo que le ofrecen?
Para ayudarle a superar ese complejo y esa falta de cortesía, las expresiones siguientes podrían servirle. Lo harán quedar bien, por lo menos lo salvarán de la pésima imagen que dice de usted: «¡Qué persona más descortés, ni siquiera respondió que no está interesada en lo que le propuse!».
- «Aunque llamativo, no me interesa ahora lo que me (o nos) sugiere. Gracias».
- «Nos gustaría hacerlo, pero vamos a buscar los recursos económicos necesarios».
- «Se me presentó un contratiempo, así que no puedo llegar a la cita con usted; por favor, discúlpeme. Concertaremos otra».
- «Me (o nos) gustaría conversar con usted para concertar lo que para ambos sea más aconsejable».
- «No estoy de acuerdo. Gracias».
- «La junta directiva consideró su iniciativa, pero no la aprobó. Esperamos contar con su concurso en otra ocasión. Gracias».
Esas y similares oraciones, desprovistas, además, de la agresividad que se ha apoderado de mucha gente (más prevenida que león hambriento) salvaría la imagen personal e institucional. Con ellas podrá sentarse como todo un caballero o una dama, sin que la pena se entronice en su interior por no poder contestar afirmativamente.
Repito: ninguna sugerencia, propuesta, recomendación, consejo o similar es de obligada aceptación. Pero la norma de la decencia, la cortesía y los buenos modales sí obliga a que no se pase por tosco al dejar de responder, aunque la decisión sea negativa.
Para eso se va a una institución educativa. ¿O sería que la cortesía se quedó enredada en el portón al salir?
Por un mundo más amable, diga no cuando sea no; diga sí, cuando sea sí.