Gerney Ríos González
Especial
Primicia Diario
La causa principal de la guerra fratricida que azota a Colombia desde antes de la invasión española era y es el hambre que sufrió y sigue padeciendo la mayoría de la población nacional, en especial sus sectores campesinos, desplazados a las ciudades cuyos hijos se transforman en desempleados, cadavéricos, inhaladores de bazuco, el Neopren.
Las selvas colombianas son siete veces más grande que las de Viet Nam y si Estados Unidos, potencia bélica del planeta por antonomasia, no pudo con ellos, ¿Qué nos queda para este subcontinente que tanto detesta Donald Trump, con ejércitos 700 veces más pequeños que el de los gringos y con la selva 7 veces más grande?
Ya se ha determinado –salvo un par de energúmenos que insisten en que nos sigamos matando -, que por el lado de la guerra interna no es la cosa. Ni puede ser, ni a nadie le ha ido bien con eso, aunque los casos, como el colombiano, se pueden contar con los dedos de la mano y todavía sobrarían.
Todo eso vino a la memoria cuando solicité entrevistar a José, un preso por subversión, cuestión bastante insólita a la luz del derecho constitucional y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1945, porque no es la fuerza militar la que puede capturar ciudadanos en un país que técnica y teóricamente no está en guerra; la guerra interna no existe, sí la subversión interna.
Así son las cosas y acudiendo a mí intuición ¡alerta Bogotá!, insistí en mi deseo de conversar con el detenido. Una vez acomodados en su celda y después de éste “zamparse” en par patadas el par de sándwiches que le había llevado previendo la situación, le tiré un par de preguntas capciosas sobre política; la verdad es que me habría ido mejor con un marciano. Ni idea: Ni entendía, ni le interesaba.
¡Ah!, Pero cosa diferente, cuando le hablé de fútbol. Al chocoano, moreno, joven y atlético, se le iluminaron los ojos y otra vez comenzó a vivir borrando de un corte mental todos los sinsabores que venía sufriendo desde su estúpida detención, que bien podía llegar a tener final dramático.
Confesó José – sin falsas modestias – ser jugador de fútbol excepcional que, hasta ahora, había sido explotado por “empresarios” del balompié que “le sacaban la mantequilla”; no le daban plata ni para comprar media de “La Fina” para engañar el hambre.
Día y noche soñaba con comida; por ahí se rebuscaba acudiendo a sus armas varoniles para seducir cocineras con hambre de amor, o recogiendo de la basura frutas y verduras que, bien lavadas, se las “papeaba” de una, para acumular fuerzas para el próximo partido, fuera donde fuera y contra quien, a favor de quién.
Un buen día, un conocido le dijo que se estaba perdiendo si continuaba de esa manera; que lo mejor era que ingresara a la guerrilla, allí sí se estimulaba el deporte.
¡Que estimulaban! Me entrené como jamás antes, caminando toda Colombia de noche por trochas y caminos inimaginables que no se les conoce ni aguanta nadie. Quedé convertido en un atleta del fútbol hasta que un día de asueto, en un pueblo, me cogió la fuerza pública y el mismo que me había llevado a la guerrilla, me reconoció como guerrillero y aquí estoy.
– ¿Y cómo se siente?
– Muerto del hambre, porque en esta prisión la comida es mil veces más mala que en la guerrilla, o la que me daban mis cocineras, que no sólo me daban comida…
Hablé con el oficial respectivo comentándole el caso. Casi que coincidió conmigo en el sentido que José tenía menos de guerrillero que sor Teresa de Calcuta. El superior llamó entonces al subalterno encargado de la mecánica del asunto quien, de inmediato, no hizo sino corroborar la idea afirmando:
– ¡Soy más guerrillero yo…éste se hizo guerrillero por pura y física hambre y ganas de jugar fútbol!
Parece ser que el asunto tuvo final feliz por cierto y me alegro y reconforto conmigo mismo, por haber servido en algo a la reconciliación del país, al menos a evitar una injusticia más. El país ya no aguanta ni una más. Pero, lo que me produjo una tormenta de resquemores e iras contenidas, fue el haber comprobado, por millonésima vez, que la guerra en este país continuará como hasta ahora, si la cáfila de algunos de dirigentes deportivos, degenerados y corruptos, continúan robándose los recursos que genera el fútbol, cuantiosos y millonarios.
Según semana.com –27 de mayo de 2015-, en el marco del escándalo de corrupción generalizada que enloda a la FIFA, destapado por la justicia estadunidense y que llevó a la captura de 14 altos dirigentes del fútbol mundial, hay un capítulo que toca directamente a la dirigencia suramericana y que podría arrastrar también a la Federación Colombiana de Fútbol (FCF).
En el escrito de acusación de la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York, que reseña toda la historia de corrupción en este deporte, hay un apartado que involucra a las cabezas de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), de la que hace parte la FCF, representada por su presidente, Luis Bedoya.
En el numeral 249 (página 105 del documento) se hace referencia a una empresa, Datisa, que representa los intereses de tres firmas para obtener los derechos comerciales de al menos cuatro ediciones de la Copa América, negociadas en el 2013 y efectivo a partir de la edición 2015 del torneo, que está a menos de 10 días de comenzar.
Añade el texto que “cada pago de 20 millones de dólares debía ser dividido dentro de los recipientes del soborno de la siguiente forma: tres millones de dólares para cada uno de los tres oficiales ‘top’ de la Conmebol (el presidente de la Confederación y los presidentes de las federaciones de Brasil y Argentina), 1,5 millones de dólares para cada uno de los otros siete presidentes de federaciones de la Conmebol y 500.000 dólares para un decimoprimer oficial de la Conmebol”.
Es aquí donde aparece salpicada la FCF, que hace parte de la Conmebol. Pero ¿qué es Datisa y por qué pagó el multimillonario soborno?
Que tengamos noticia, jamás la Federación Colombiana de futbol ha puesto sus ojos o sus intereses en el Departamento del Chocó, que siempre ha sido, con la Costa Pacífica un semillero ideal de deportistas con especial volumen, futbolistas.
¿Acaso se ha oído que la FCF ha enviado alguna vez un balón a los aficionados y futuras estrellas de futbol del Chocó?. ¿Ha remitido uniformes, ha construido canchas deportivas en esa olvidada región de la Patria?
¿Ha estimulado esa Federación Colombiana de Futbol alguna vez la práctica del deporte en esa población afrocolombiana?
No señor. Los dineros millonarios son para los tinieblos. Los olvidos de la FCF con la región más rica del mundo, pero el Departamento más pobre de Colombia, pueden considerarle de lesa patria. Ni más, ni menos.
Pasos de animal grande, ya asustan a la Federación, tras el gran escándalo de corrupción en la FIFA.
Esos dirigentes futbolísticos son algunos de los impulsadores de la guerra y el hambre y el descontento en este planeta agonizante, junto a sus socios los políticos corruptos, jueces e informadores deshonestos que se venden por un plato de lentejas; por tiquetes y una credencial para ver los partidos gratis en el exterior, con buen hotel pago y trago a destajo.
Mientras el país – y muchos otros países no tan jodidos como el nuestro pero ahí van -, no logren detener esa sangría aberrante en lo que, específicamente, se refiere al hambre y al deporte, no sólo en el fútbol sino en todas sus ramas y especialidades que, desgraciadamente, van de la mano, no regresará la paz y la alegría a nuestro querido país ni a las zonas que viven conflictos similares en otros países. Aunque no siempre tan intensos como el de Colombia por la longevidad del conflicto más prolongado del mundo que ya logró abarcar dos milenios diferentes. Vamos mal, no cabe duda.La corrupción generalizada que enloda a la FIFA, destapado por la justicia estadunidense y que llevó a la captura de 14 altos dirigentes del fútbol mundial, hay un capítulo que toca directamente a la dirigencia suramericana y que podría arrastrar también a la Federación Colombiana de Fútbol (FCF).Mientras la corrupción es descubierta a los más altos niveles de la FIFA. En las regiones abandonadas se juega al fútbol sin recurso económico alguno.