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Crónica: UN VIAJE DE ENSUEÑO POR EL TOLIMA

chaparralLa expedición por la cultura, la ciencia, la educación y el arte,  arrancó a las dos y media de la madrugada de Bogotá con destino a su primera estación, Chaparral, Tolima.

 

Pablo Parra S.

Escritor chileno

Especial 

Primicia Diario

 

La expedición por la cultura, la ciencia, la educación y el arte,  arrancó a las dos y media de la madrugada de Bogotá con destino a su primera estación, Chaparral, Tolima.

Hacíamos parte de ella Darío Londoño Gómez, Gerney Ríos González y este modesto servidor. Darío confesó que no tuvo que poner despertador para levantarse porque sencillamente ni se acostó ni durmió. La emoción de regresar por primera vez en 22 años a la ciudad de la cual había sido Alcalde su padre Jorge Londoño Castaño en 1931,  le impedía conciliar cualquier tipo de descanso. No era la primera vez que Darío hacía parte de este insólito e increíble raid del desprendimiento, el patriotismo silencioso y la fe inquebrantable en su país  con Gerney Ríos González, un personaje fuera de serie y reconocido a nivel mundial en materia de educación superior gratuita entregada  a más de doscientos mil colombianos en los últimos 20 años, sino que era eso sí, la primera vez que Darío  recorrería, también hacía más de cuatro lustros,  las tierras que él había aprendido a amar de la mano de su padre y a conocer mediante una preguntadera sin fin que jamás fastidió a su progenitor, que respondía con santa paciencia y máximo amor cada una de sus inquietudes que eran todas.

Comenzaba la madrugada del sábado 29 de agosto de 2015 y fue esa la primera vez que vi en persona a Darío Londoño Gómez del que sabía había sido viceministro-ministro de desarrollo económico, director general de Invías, director de la Corporación Autónoma Regional, CAR, profesor de los Andes y Javeriana.

A él, como a mí, nos unía – lo intuíamos cada uno – la profunda admiración por Gerney Ríos González éste  héroe nacional anónimo, de cierta manera, porque en el país  tal tipo de gestas por la cultura, la ciencia y la educación, pasan desapercibidas mientras los canales de televisión cuentan historias tenebrosas, criminales e inmorales, hasta en sus más escabrosos detalles de cada uno de los narcotraficantes del país, exaltándolos a tal punto que ya se crearon iglesias y lugares de peregrinación, porque mucha gente los considera santos, lo cual acaba de aplastar la poca moral que nos quedaba en nuestros espíritus.

El propio Estado colombiano – ¡qué vergüenza! –  convirtió en parque temático de veneración de Pablo Escobar, la hacienda Nápoles  con su emblemática avioneta con la cual “coronó” su primer envío de drogas a Estados Unidos para comenzar desde entonces el maratónico record de haber asesinado a miles de personas de toda naturaleza a fin de conseguir sus objetivos protervos y criminales, rotulando al país con una etiqueta esculpida en sangre y cocaína, como la primera nación narcotraficante del mundo. A pesar que el cerebro de la operación mundial está en Estados Unidos con los mafiosos grandes y los miles y miles de millones de dólares que les deja el negocio. No obstante, la minúscula participación de los mafiosos colombianos valoriza gracias a nuestra profunda pobreza más que franciscana, esa especie de dividendo miserable que aún continúa produciendo otros miles de muertos en el país colombiano; y, atiza  la guerra en vez de la paz, propuesta por este Gobierno en el que nadie confía.

Nosotros nos fuimos nadando contra la corriente de la credibilidad con una especie de entusiasmo casi que infantil por la carretera entre Bogotá, Fusagasugá, Melgar, El Espinal, Ortega, Olaya Herrera. Chaparral, Ibagué, Flandes y Girardot, una gira de 650 kilómetros.

Mientras hablábamos como loros, Darío y yo, observamos a un Gerney cada vez más estructurado, eficaz y práctico. Nada le quedaba chico a nuestro héroe en un país donde reunir a tres personas para estudiar y/o hablar de ciencia y cultura es casi imposible – o más bien definitivamente imposible – pero sabíamos, como efectivamente ocurrió, que Gerney llenaría los salones de Chaparral, Espinal, Ibagué y Melgar, lugares en los cuales – sumados – nos escucharon cerca de mil 200 personas que se comprometieron a  dar un paso más grande y audaz que los anteriores, que ya eran suficientemente grandes y audaces, provenientes de todas las instituciones que ha fundado Gerney Ríos: Centro Andino de Estudios, Centro de Estudios Miguel Antonio Caro, Asociación de Microempresarios Andinos, Asociación de Administradores de Empresas –Asabocun-, Asociación de Comunicadores Sociales y Periodistas, creadas con desparpajo y alegría como si eso fuera muy fácil tal y como hace los goles y gana las etapas dos de nuestros deportistas estrellas, James Rodríguez y el Chavito de Oro de las Américas, Esteban Chaves, bautizado por Mario Sábato, el genial narrador argentino de la Vuelta a España.

La química que logramos con Darío Londoño fue inmediata y parecía que nos hubiéramos conocido toda la vida, como dijo Pablo Neruda cuando llegué a trabajar con él en nombre de mi asesorado en aquellos años -1963- Salvador Allende Gossens, maravilloso médico socialista y presidente inmolado por las fuerzas oscurantistas de Chile, Estados Unidos y la mafia ilumnatti encabezados por el jefe de la mafia sochefeliana, que actúa por entre los cortinajes de las naciones sometidas. En esa ocasión el genial Neruda me saludó así: Mucho gusto de conocerlo amigo y a quien recién conozco pero me parece haberlo conocido toda la vida”.

Estábamos en la ciudad chilena de Curicó – donde se producen las mejores manzanas del mundo – y lo acompañaba su esposa Matilde Urrutia con quien formamos el trío que publicitó la campaña de Oscar Naranjo Arias, otro médico socialista que, finalmente, fue elegido en aquella ocasión como diputado por esa circunscripción, hazaña que fue titulada por la mayoría de los periódicos chilenos de la ápoca como el “gran naranjazo”.

Esas historias y otras le fui relatando a mis compañeros de viaje, los que a su vez me contaron innumerables trozos de historia de las regiones por las que atravesábamos con una erudición que para quienes conocen a Gerney y a Darío, de raro no tiene nada.

Pero había otra inquietud que nos terminó uniendo aún más en esa memorable jornada de entrega absoluta por la suerte de los menos favorecidos en los procesos educacionales: la firme intención como quedó plasmada y cuyo proyecto ya estamos desarrollando para unir  cuatro áreas del conocimiento que son afines y que si no se desarrollan al mismo tiempo, no generarán de ninguna manera un proceso cognitivo real, sólido, duradero y valioso. Ellas son: cultura, ciencia, educación y arte.

Finalmente, la idea se fue puliendo como una estatua en mármol y en nuestras imaginaciones y sueños la vemos desde ya como una realización que será trascendente en el país porque como la estamos concibiendo,  jamás ha sido intentada de la forma en que esperamos llevarla a cabo.

dario y gerney Gerney Ríos González, alumna, Darío Londoño Gómez, chapaLa calle principal de Chaparral un municipio abandonado por el Estado