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Obra de narrativa: «EL DOCTO Y EL IMBÉCIL»

Arbol-en-el-Desierto«Me aventuro a decir que sin libros sería un desierto insoportable». 

 

Jorge Consuegra

Q.E.P.D

Freddy Téllez nació en Bogotá. Es doctor en filosofía de la universidad francesa París VIII y licenciado en filología romántica de la universidad alemana Kart Marx de Leipzig. Con Sílaba acaba de publicar El docto y el imbécil. El aventurero del yo, que ha dado mucho que hablar entre los seguidores de la literatura colombiana.

– ¿Su mundo siempre estuvo girando alrededor de los libros?

– Hasta donde llega mi memoria de infancia podría decir que sí. Recuerdo una anotación de mi madre : «No leas tanto que te vas a volver loco», que permite visualizar a la vez la opinión común ante la lectura, como la extrañeza que produce en los padres un tal comportamiento en los niños, dados más bien a los juegos intempestivos.

– ¿Qué es lo que lo cautiva de los libros?

– Todo, prácticamente. Su manera peculiar de ser y estar en el mundo. Objetos inanimados que no cesan de moverse en el imaginario humano, que lo promueven y perturban, que lo enriquecen y lo problematizan. Si según Nietzsche, la vida sería un error sin la música, me aventuro a decir que sin libros sería un desierto insoportable.

– ¿A qué edad empezó a escribir sus primeras líneas literarias?

– Comencé a escribir poemas, creo que hacia los quince o dieciséis años, y hasta tuve la osadía de dar recitales, como se dice. Poco más tarde, me ejercité en la escritura teatral, con una pieza que envié de manera absolutamente inconsciente e irresponsable a un concurso del género. Por el recuerdo que tengo de la misma, me asombro todavía de que el jurado no se haya reído directamente ante mis narices. Pero, bueno, no tuvieron la ocasión. Doy por sentado que lo hicieron entre ellos. Sobra decir que perdí el concurso; lo que me permitió recuperar mi cordura, pues dejé de incursionar por esos lados. En cuanto al impulso poético, duró lo que dura la emoción cruda del joven inexperimentado. Por fortuna eché un día a la basura, en otro arrebato de lucidez repentina, todo rastro  escrito de esas fechorías.

¿Qué libro recuerda con especial cariño en su adolescencia?

– En la adolescencia misma, no recuerdo, pero en el umbral hacia ella, el Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez y Michel Strogoff de Julio Verne, conjuntamente con las aventuras de «Superman».  Hablo de ello en mi Biblioteca y yo, que puede ser leído en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

– ¿Cuándo pensó que podía dedicar buena parte de su tiempo a escribir?

– Nunca se me vino así de cruda esa idea. Empecé a escribir porque sí, sin saber bien por qué. Continúo haciéndolo con la misma ignorancia, aunque de manera mucho más terca y disciplinada: por culpa de los años, que se acumulan sin piedad ni perdón.

– ¿Es más difícil escribir cuentos que novelas?

– He escrito un cuento y cuatro novelas, proporción harto diciente, me imagino. Pero no sé si de una cierta relación entre dificultad y facilidad, o del capricho, simplemente. Es decir, de ese tipo de razones misteriosas e inconfesas que se hallan en la base de esa actividad ingrata y sui generis. Se es escritor por adicción irrefrenable, sin posibilidad de desintoxicación ni cura.

– ¿Cómo surgió la idea de su más reciente novela El docto y el imbécil. El aventurero del yo, II?

El docto y el imbécil, aparecida hace muy poco, como todo lo que he escrito del lado narrativo, surgió de una necesidad imperativa y casi rabiosa. Era la única manera que tenía de voltear en su contrario positivo los problemas en los que yo mismo me había metido en ese periodo de garabateo sobre una hoja en blanco. Soy un escritor de ficción vivida. Las cuatro novelas «cometidas», especie de tetralogía a posteriori, se desprenden más bien de mis tripas antes que de una idea en la cabeza. O si es una idea, ella proviene del vientre, e incluso de más abajo. Es lo que me sucedió con un ensayo titulado La sexualidad del feminismo, que empecé a escribir a partir de una frase que no dejó de obsesionarme sino hasta que la desenvolví sobre hojas de papel que se iban entonces acumulando.

– ¿Es una novela para todo tipo de lectores?

– No escribo pensando en un tipo especial de lectores. Más bien tengo en mente algo así como un principio: ser claro. De ahí que debería responderle que sí.

– ¿Qué lo inspira para escribir cuentos o novelas?

– Como ya le he dicho, los problemas que me tocan, con los que me debato.

¿Qué autores nacionales han sido sus favoritos?

– De autores nacionales no podría citarle a nadie en particular. Los autores que aficionó provienen de la literatura extranjera, quizás porque toda mi narrativa la he escrito fuera del país.

fredytellezgrises-975x1300Freddy Téllez nació en Bogotá. Es doctor en filosofía de la universidad francesa París VIII y licenciado en filología romántica de la universidad alemana Kart Marx de Leipzig. Con Sílaba acaba de publicar El docto y el imbécil.