Debemos ser inamovibles en la no aceptación de toqueteos, manoseos, expresiones vulgares o degradantes cualquier otra forma de irrespeto hacia la mujer que se pueda presentar en Transmilenio o cualquier otro escenario.
Susana Noguera
Altus
Los vi venir de lejos. Caminábamos en sentido contrario y apenas me miraron supe lo que venía pero no había para dónde moverme, la calle estaba inundada y el andén era demasiado angosto.
Agarré mi bolso con fuerza y caminé más rápido. Mira hacia abajo -pensaba- no actúes raro, no demuestres tu miedo. «¡Uusshhhhhh mamasiiiitaaaaa!» – me dijo uno de los cinco hombres justo al oído apenas pasó por mi lado- «flaquita rica, ven te muestro algo delicioso.» Para entonces yo ya casi estaba corriendo. Llegué a donde había un taxi parqueado y me subí rápido. Suspiré más tranquila pero me di cuenta de una verdad aterradora: Me sentía culpable ¿por qué?
Porque en Colombia no solo toleramos que maltraten a mujeres y niñas, al quedarnos callados y permitirlo lo animamos. No hay mejor prueba que la siguiente: La mujer que tiene tres hombres es una ‘puta’, pero el hombre que tiene tres mujeres es ‘el putas’.
¿Qué tiene que ver esto con la nueva iniciativa de poner buses Trasmilenio rosados en Bogotá para evitar manoseos y otros actos ? Absolutamente todo.
Pongamos un caso hipotético. Digamos que Bogotá goza de una gestión ejemplar. Todos sus alcaldes son completamente capaces de asumir la responsabilidad de la gran metrópoli y no son para nada amigos de lo ajeno. Como resultado todas las obras e iniciativas se llevan a cabo en el tiempo previsto y ajustándose al presupuesto destinado.
Entonces surge la idea de los Trasmilenios rosados. Todo se lleva a cabo a la perfección y no hay desfalcos ni atrasos. ¿Cuál sería el siguiente paso? ¿Hacer andenes rosados?
El Código Penal Colombiano dice, palabras más palabras menos, que todo lo que atente contra el cuerpo o su expresión sexual de manera íntegra debe ser sancionada penalmente. Pero, al parecer, esto no aplica para Trasmilenio. En este caso hay que aislar a las ‘causantes’ del problema, encerrarlas a todas toditas en una cajita (preferiblemente rosada para que se vea más bonita) y ¡Vualá! Problema resuelto.
Esta discusión es mucho más profunda que un simple desacuerdo de colores. Aceptar estos actos libidinosos, como los llama la ley, (frotamientos, manoseos, expresiones vulgares) significaría excusar y premiar a los victimarios.
Si aceptamos estos, no tardaremos en permitir y proveer herramientas para que violen otros derechos fundamentales ¡Oh, espera! Eso es exactamente lo que está sucediendo.
Debemos ser inamovibles en la no aceptación de toqueteos, manoseos, expresiones vulgares o degradantes cualquier otra forma de irrespeto hacia la mujer que se pueda presentar en Trasmilenio o cualquier otro escenario. No es una cuestión feminista, es simplemente regla de convivencia mínima. No se trata de un tema ‘rosado’ o ‘azul’ es un tema tricolor que nos concierne a todos.
Sería impreciso decir que el irrespeto del que somos víctimas hombres y mujeres en los articulados es a causa de la educación, pues evidentemente los cafres sí que están ‘educados’ ¡No imaginas cuántos asquerosos piropos se saben! Lo que pasa es que no están concientizados de lo que hacen. No conocen su papel en la sociedad y mucho menos el de la mujer.
¡Es más, las mujeres también nos quedamos cortas en ese aspecto! El otro día oí a una niña decir «si sales y ni los obreros te echan piropos es que en verdad eres muy fea.» No, no, no.
Con o sin piropo valemos lo mismo. No tenemos que sentirnos culpables, asustadas ni tristes por el hecho de ser mujeres.
Querámoslo o no, nos figuró ponernos a la tarea de concientizar ¿Cómo? Propóngase no dejar que traten a ninguna mujer como un objeto ni a los hombres como animales sin conciencia. La ley es clara. Úsela.
Porque en Colombia no solo toleramos que maltraten a mujeres y niñas, al quedarnos callados y permitirlo lo animamos.