Colocar y poner: ¡Vuelve y juega! Son palabras de significado semejante, aunque su aplicación difiere, únicamente, para unos casos específicos. Se ha propalado un erróneo concepto acerca del verbo poner y lo han proscrito injustamente.
Jairo Cala Otero
Perodista
Con mucha frecuencia algunas personas se dan a la tarea de hacer diferenciaciones amañadas entre unas palabras y otras. Quizás están convencidas, por ignorancia crasa, de que unas y otras difieren profundamente en significado. Pero si nos atenemos a la semántica, podemos desvirtuar aquellos conceptos erróneos.
Veamos tres casos específicos, los más notorios por ahora:
1.- Pelo y cabello: Significan lo mismo. Sin embargo, hay gente que suele usar uno y otro término con aclaraciones. Muchos hombres relacionan la palabra «pelo» con la anatomía femenina cuando andan en plan de seducción. Dicen, por ejemplo: «Para el viernes próximo tengo un ‘pelo’ muy bueno; ya la invité a salir y dijo que sí». Especularé imaginando que no se refieren a toda su integridad anatómica, sino solo a ese manojo de vello que Dios, en su inescrutable sapiencia, puso justo en la zona triangular femenina que desata la pasión de aquellos varones que usan la denominación «pelo» para hablar de su seductora tarea. Esos vellos que hacen arder de lascivia se denominan pendejos. Así los califica el Diccionario de la Real Academia Española ─DRAE─. Pero en otra acepción es también: ‘Persona de vida desordenada’. Quizás sea por esta segunda definición que aquellos «machos», que estilan la vida de ‘Don Juan’, llaman «pelo» a la mujer. Si esta lleva una vida disipada es una mujer pendeja.
Pero el asunto es que ─ en serio ─, cabello y pelo significan, para el sentido pragmático de la semántica, la misma cosa. Por si hubiese dudas, transcribo aquí las definiciones de la Academia.
Pelo: ‘Filamento cilíndrico, delgado, de naturaleza córnea, que nace y crece entre los poros de la piel de casi todos los mamíferos. Conjunto de estos filamentos. Cabello de la cabeza humana’.
Cabello: ‘Cada uno de los pelos que nacen en la cabeza. Conjunto de todos ellos’.
2.- Distinguir y conocer: A muchas personas les parece que una cosa es ‘distinguir’ a una persona, y que otra es ‘conocerla’. Distinguir es un verbo tomado en el sentido de tener una relación superficial con ese alguien; que no hay ninguna situación que los comprometa, ni siquiera por simple amistad. «A ese señor yo, simplemente, lo distingo», dicen las damas, con cierto énfasis en la palabra ‘simplemente’, a manera de aclaración. En ese caso lo que se nota es malicia, que traduce cuidarse de que los demás puedan creer que se tienen relaciones sexuales con algún fulano. Porque para ese tipo de damas ‘conocer’ es haber visto, tocado y «degustado» al varón del que están hablando. Asunto este legítimo, pero exagerado cuando recurren a tal aclaración innecesaria.
El diccionario define el término conocer como: ‘Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas y personas. Tener trato y comunicación con alguno’. No lo define como acto de explorar y disfrutar su cuerpo, aunque con la comunicación interpersonal se llegue a tal ámbito.
En cuanto a distinguir, dice: ‘Conocer la diferencia que hay de unas cosas a otras. Hacer particular estimación de unas personas prefiriéndolas a otras. Otorgar a uno alguna dignidad o prerrogativa’.
Total, no hay razón para que se haga la distinción anotada. Vale, solamente, para los casos que las citadas acepciones indican. Porque se puede conocer a alguien y, a su vez, distinguirlo. «Conozco a perencejo, se distingue por ser un caballero de la sociedad», podría afirmar alguna señora. Para estimar a alguien es preciso distinguirlo entre otras personas. Al hacerlo, se lo conoce bien. O ¿no?
3.- Colocar y poner: ¡Vuelve y juega! Son palabras de significado semejante, aunque su aplicación difiere, únicamente, para unos casos específicos. Se ha propalado un erróneo concepto acerca del verbo poner y lo han proscrito injustamente.
Alguna vez una señora, de esas que por imprimir refinación al habla terminan enlodando una expresión, le decía a otra con quien compartía una receta de cocina: «… y cuando las papas se hayan colocado bien blanditas, les agrega suficiente sal». ¡Error! No hay que temer al uso del verbo ‘poner’. En muchos casos, también por efectos de la mentalidad morbosa de algunos, se cree que ‘poner’ significa ser obsequioso carnalmente con otra persona. Por más que algunas personas se pongan generosas en esa materia, ello no tiene relación con el sentido de tal locución.
Por eso, hay que defender abiertamente el uso del verbo poner. Las demás interpretaciones son pamplinadas, como aquella que indica que solamente ponen las gallinas. ¡Falso! En otro boletín anoté que también ponen las culebras, las iguanas, las tortugas y todas las aves, entre otros integrantes del reino animal.
De colocar, que es verbo transitivo y pronominal, nos dice la Real Academia Española: ‘Poner a una persona o cosa en su debido lugar’.
Y de poner, también verbo pronominal, es decir, que pertenece al pronombre o que participa de su naturaleza, nos dice: ‘Colocar en un sitio o lugar’. Existen 44 acepciones para definir la palabra poner. Eso indica que en muchas situaciones se lo puede usar, sin ruborizarse. Si nos fijamos bien, para definir el significado uno se utiliza el otro vocablo, y viceversa.
Así que, apreciado lector, no tenga temor alguno de poner pelo o cabello, al momento de escribir sobre este elemento; no se abstenga por falta de distinción, pues son lo mismo.