una cebra mantiene su género femenino aunque se trate de un macho. Lo mismo sucede con una ballena, una ardilla o una jirafa. En cambio, el topo puede ser una hembra, igual que un moscón o un ratón.
La lengua se aleja a veces de la vida, y eso facilita muchas paradojas
Álex Grijelmo /
El País (España)
La vida y la gramática se parecen, pero no son lo mismo. Por ejemplo, una cebra mantiene su género femenino aunque se trate de un macho. Lo mismo sucede con una ballena, una ardilla o una jirafa. En cambio, el topo puede ser una hembra, igual que un moscón o un ratón.
Las palabras terminadas en o tienden a ser masculinas; y las que acaban en a, femeninas; pero existen transgenéricos: «la mano», «el día», «el mapa», «la radio», «el programa», «el pediatra», «el guardia», «el atleta», «la contralto», «la soprano»… Y los sexos biológicos son dos; pero los géneros, tres (masculino, femenino y neutro).
Si decimos «los jueces», que es masculino, eso abarca a los jueces y a las juezas. Si decimos «la judicatura», que es femenino, también. «La persona» representa en femenino a mujeres y hombres, mientras que «el ser humano» lo hace en masculino, con el mismo resultado.
La mayoría de los adjetivos calificativos son descalificativos
La gramática se aleja a veces de la vida, pero los términos que usa al definir sus conceptos la evocan muy a menudo. Eso facilita que hoy nos tomemos a broma sus paradojas con estos desaforismos para aficionados a los juegos lingüísticos.
♦ Una rata dura más tiempo que un rato.
♦ En la oración «el boxeador dio un puñetazo al árbitro», el árbitro recibe directamente el puñetazo, pero es el complemento indirecto.
♦ Un problema de «sintaxis» también se da cuando no hay huelgas del transporte.
♦ Lo peor que le puede pasar a un verbo defectivo es que además sea imperfecto.
♦ Pensar no es un verbo reflexivo.
♦ Agacharse sí que es un verbo reflexivo, pero debería clasificarse como flexivo.
♦ En una oración, los elementos apuestos no tienen por qué ser muy atractivos.
♦ La gente se pregunta por qué «todo junto» se escribe separado, y «separado» se escribe todo junto. También parece raro que «exmarido» se escriba ahora todo junto cuando define a un separado.
♦ La negación de positivo es impositivo.
♦ Los pronombres demostrativos nunca han sido capaces de demostrar nada.
♦ El idioma español tiende al uso activo frente al pasivo, a diferencia de lo que ocurre ahora en la contabilidad.
♦ Los posesivos son a menudo pura ilusión. Decimos «duermo en mi casa» o «voy a mi empresa». Pero «mi casa» es del banco. Y «mi empresa» es de… ¡anda, qué casualidad!
♦ Si usamos más los verbos imperativos para rogar, deberían llamarse rogativos.
♦ El sujeto agente no es necesariamente un guardia.
♦ En la oración «el policía detuvo al ladrón», el sujeto es dos veces agente.
♦ En la oración «el enfermo fue operado ayer», el sujeto es dos veces paciente.
♦ La voz pasiva es un verbo transitivo que se ha mirado al espejo.
♦ La palabra ‘telefónica’ no tiene prefijos.
♦ La mayoría de los adjetivos calificativos son descalificativos.
♦ La oración «hoy ha hecho un día muy frío y lluvioso» se construye sobre un tiempo perfecto.
♦ Los espacios vacíos de un texto están llenos de silencio.
♦ Para la ortografía, el acento es el mismo en todas las regiones.
♦ La exclamación exclama, la interrogación interroga y la interjección interjecta.
♦ Tras la reforma laboral, el prefijo ha pasado a precario.
♦ Los accidentes gramaticales son todos muy previsibles.
♦ El acusativo no depende jerárquicamente del fiscal general del Estado.
♦ Incluso el pretérito pluscuamperfecto puede tener algún defectillo.
♦ ¿Por qué copular no es un verbo copulativo?
♦ Los verbos copulativos, como ser o estar, no son los que refieren determinada actividad de los seres animados (especialmente de los muy animados), sino los que forman un predicado nominal. Eso sí, necesitan el atributo.