Las escritoras Valeria Luiselli, Selva Almada y Marta Orrantia se embarcaron en sendas investigaciones sobre migración, feminicidios y masacres para escribir libros que serán presentados en la feria del Libro de Bogotá.
William Martínez
Especial
La escritora mexicana Valeria Luiselli, una de las autoras jóvenes más reseñadas por la crítica de América Latina y Estados Unidos, se quedó helada durante el verano de 2014. La cantidad de niños refugiados que llegaron al país del Tío Sam, procedentes de Centroamérica, había crecido impetuosamente. Decidió entonces trabajar en una corte de inmigración en Nueva York como intérprete. Basada en un cuestionario elaborado por abogados migratorios, realizaba preguntasen español a los niños y luego traducía sus respuestas. De su voz salieron las razones que definieron el futuro de cientos de menores en Estados Unidos.
Al cabo de unas semanas, Luiselli entendió que la vida de ellos no cabía en las casillas de una hoja de respuestas. Entendió que sus historias eran ríos revueltos, con más tartamudeos y puntos suspensivos que palabras. «Son historias de vidas tan devastadas y rotas, que a veces resulta imposible imponerles un orden narrativo», reflexionó Luiselli en Los niños perdidos. Un ensayo en cuarenta preguntas (2016), el libro que presentará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo 2017), que se realizará del 25 de abril al 8 de mayo en Corferias y otros puntos culturales de la ciudad.
La entrega más reciente de la autora de 33 años, servirá en esta edición de la feria para discutir las políticas de migración que están adoptando algunos países. La conversación tendrá lugar el sábado 6 de mayo y contará con la presencia del escritor y politólogo mexicano Emiliano Monge.
Ahora, si Luiselli estructuró su libro con las 40 preguntas que les hacen a los niños migrantes al ser procesados, la escritora argentina Selva Almada, también invitada a celebrar los 30 años de la FILBo, armó su primer libro de no ficción rastreando tres feminicidios perpetrados en el interior argentino. El primer destello de Chicas muertas (2014) ocurrió cuando Almada tenía 13 años.
Le contaron que una muchacha de su provincia, Andrea Danne, murió por una puñalada que le atravesó el corazón mientras dormía en su cama. La impunidad del crimen martilló en su cabeza por años hasta que decidió investigar. Luego hilvanó el caso con otros feminicidios cometidos en las provincias de Chaco y Córdoba. Con esta serie de crónicas no solo ganó más lectores en América Latina, sino que tuvo encontronazos políticos.
La senadora María Pilatti, por ejemplo, expuso su repudio ante el libro en el congreso por considerarlo una «denegatoria» a la búsqueda de justicia en el crimen de María Quevedo. La autora discutirá en la FILBo con Mariana Enríquez, también del país gaucho, sobre literatura y violencia de género. Este encuentro será el domingo 30 de abril. Ellas se preguntarán qué tanta emoción y qué tanto desapego de cirujano debe ponerse para narrar la mezquindad.
Mientras Almada usó nombres y datos reales para buscar un castigo, la periodista y escritora bogotana Marta Orrantia encontró asidero en la ficción para tener la libertad de atar cabos —sin tener pruebas—sobre lo ocurrido en el Palacio de Justicia durante las 27 horas en las que murieron 98 personas, según cifras oficiales. Después de tres años de trabajo de campo, en los que hurgó documentos oficiales y no oficiales, recortes de periódicos, videos y testimonios, publicó Mañana no te presentes (2016), novela semifinalista en el III Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana que será presentada en la FILBo el lunes primero de mayo.
Para escribirlo, Orrantia entabló una lucha contra sus propios orígenes: el periodismo narrativo. No quería que su investigación se archivara en las estanterías como otra crónica sobre lo ocurrido en el Palacio de Justicia. Quería fabular los hechos para sostener, por ejemplo, que la toma fue una trampa del ejército a los guerrilleros del M-19, que Pablo Escobar movió sus fichas en el golpe y que, en últimas, todos —guerrilla, militares y Gobierno— fueron culpables. «Todos actuaron en sus pequeños, egoístas y ridículos intereses personales».
Luiselli, Almada y Orrantia estarán en la FILBo para contar el extrañamiento que les produjo experimentar con otros géneros.