Paola Usme la «Barbie» colombiana es una mujer muy sexy, basta con mirar su cuenta de Instagram para darse cuenta. La deportista publica sensuales fotografías y videos de sus rutinas de ejercicios, con los que deleita a sus más de 2 millones de seguidores.
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El fútbol es un deporte de masas en el cual ganan unos pocos, pero cuando las masas critican, los pocos se ofenden.
El fútbol es un espectáculo por el cual las masas deben pagar para verlo. Y las boletas no son económicas, ni las camisetas, ni siquiera en televisión.
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Eso pasa con la Selección, empresa en la cual ganan los directivos, los jugadores, los señores de la televisión y los fabricantes de chucherías.
¿El pueblo qué gana? Un rato de diversión para olvidar las tragedias, el hambre, el desempleo, la pandemia y la corrupción galopante.
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Para empresas como la Selección y las productoras de televisión que sus jugadores se vayan a pique, pues es catastrófico. La venta de boletas disminuye, los patrocinadores, también. En televisión, radio y prensa, los anunciantes cambian de medios o programas o simplemente rebajan considerablemente su pauta.
Las masas –como usted o como yo—solo se desalienta algo que se llama patrioterismo. Con la pandemia ya no se pueden lucir camisetas de más de 300 mil pesos y toca usar las chinas que proliferan en las esquinas a 10 mil.
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Y también como espectáculo las masas –usted o yo—podemos reírnos, montar memes o hacer cualquier calificación porque igual –usted o yo—somos usados para aumentar sintonía, llenar estadios o vender chucherías chinas.
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¡Cómo será de burlesca la situación que hasta los comentaristas se dedican a ponerle apodos a los jugadores! Es el espectáculo de los remoquetes.
No es tan seria la situación porque hasta gradúan de periodistas o comentaristas a exjugadores para buscar sintonía. Ahí se ven los resultados.
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El rating lo buscan los ejecutivos del márquetin a través de la estética. Por eso encuentran más vendible que una modelo, una actriz, una vedette o una exreina sean las que presenten las noticias antes de entregarles esa responsabilidad a los periodistas.
No se afane, amigo lector si la Selección es derrotada. Ni los directivos, ni los jugadores, ni los canales ni otros medios van a perder. Pregunte nada más cuánto gana cada uno de los pateadores de balones por cada partido y compare cuánto ha perdido sentado en un sillón echando madrazos por una pésima actuación.
