El miedo la invade pero la convicción que la llevaba y la palabra empeñada eran más fuertes.
Texto y fotos:
Lázaro David Najarro Pujol
La joven enfermera Leidisbet López Cantero sube las escalerillas de la nave de Cubana de Aviación algo temblorosa, preocupada, pensativa. Es consciente del peligro al que se va a enfrentar. Nunca había emprendido viaje fuera de su Cuba y lo hace para desafiar la muerte e interrumpir el sueño eterno a pacientes contagiados con la Covid-19.
Su destino: el Principado de Andorra, España, azotado por el virus SARS-CoV-2. Si, el miedo la invade, pero la convicción y la palabra empeñada eran más fuertes.
Antes de preparar los equipajes consultó a la familia. Estaría un tiempo indefinido fuera de su casa para integrar contingente internacionalista Henry Reeve en el enfrentamiento a la Covid-19.
— Nos sentimos orgullosos de ti por el paso que vas a dar, pero debes cuidarte mucho mi amor. Queremos verte regresar con esa sonrisa que siempre te acompaña.
No faltaron los abrazos, ni las lágrimas. La gente en la isla lleva por dentro ese espíritu solidario.
La joven mestiza ocupa su asiento en el avión. Había recorrido alrededor de 600 kilómetros desde su querido Camagüey hasta La Habana. Está muy bien preparada pero va a combatir una enfermedad desconocida.
La nave emprende vuelo desde el aeropuerto internacional José Martí. Leidisbet observa por las ventanillas la verde vegetación en combinación con la arquitectura de una de las siete ciudades maravillas del mundo. El avión entra al mar abierto y toma altura. La muchacha aún está nerviosa, teme por su vida, la de sus compañeros y de no ver más a sus seres queridos.
La melodía la escucha una y otra vez, mientras metida:
«Y el miedo va goteando de los valientes
Antes que los sudores y que la sangre
El instinto genuino que ya le advierte…»
—Confianza, Leidisbet, todo saldrá bien. Eres hija de Marina Grajales, de Celia Sánchez… tú vas a vencer —reflexiona en voz baja para sí.
Piensa en sus hijos, en su mamá.
«Tengo que volver a la patria, ver crecer a mis pequeños príncipes, abrazarlos a todos, encontrarme nuevamente con mis compañeros de trabajo…»
— «Te esperamos viva, Leidisbet» palabras que escuchó de la gente de su barrio.
El agotamiento puede más que el miedo y queda profundamente dormida.
El tiempo transcurre y la nave de Cubana de Aviación se prepara para el aterrizaje. La aeromoza indica ajustarse los cinturones de seguridad. Leidisbet observa desde las alturas el bello Principado de Andorra y queda anonadada al ver flamear la bandera de la estrella solitaria.
— «Que bella» —dice emocionada.
El avión toca tierra y los hombres y mujeres vestidos de blanco portan la bandera cubana. La gente mira con simpatía y cariño como si fueran personas conocidas de toda la vida. Les aplauden.
Escucha nuevamente en su celular la canción Valientes, de Buena Fe:
«Qué estoy haciendo aquí
Amando a este país como a mí mismo
No, que va
No hay heroísmo
Vine a darle un beso al mundo y nada más…»
También escucha por primera vez fuera de su patria el himno nacional.
—Tranquila, Leidisbet. Vamos a vencer la covid-19 —dice ella para sí, mientras camina con pasos firmes donde esta la caravana que los trasladará al Hospital «Nuestra Señora de Meritxell» y en el centro sociocomunitario «El Cedre», para arrancar de la muerte muchas vidas junto a los sanitarios andorranos.
No son tiempos de espera… parafraseando a José Martí la brigada cubana «…sin sacudirse el polvo del camino no preguntó dónde se comía ni se dormía», sino que dónde estaban los pacientes contagiados con el virus….
«Nos estimula las ideas de Fidel de ser internacionalistas, de brindar y compartir lo que tenemos. Eso vamos a hacer los colaboradores de la salud cubanos. Estamos en esta tierra a vencer la pandemia. Está demostrado que donde hemos llegado, hemos detenido las enfermedades», piensa la joven enfermera.
Leidisbet López Cantero observa atónita la sala de terapias intensivas del centro hospitalario. El nuevo coronavirus está en la curva más alta. Sobre las camas, 22 pacientes (mayores de 60 años de edad), con ventilación mecánica invasiva y colocados en la posición de decúbito prono; personas marcadas por la muerte, en una coma inducida, inconscientes de lo que ocurre en sus vidas. El corazón de la muchacha late con ímpetu.
Se encuentra ante algo inaudito en su vida profesional, solo visto en la teoría pero jamás en la vida cotidiana.
Con toda la protección exigida la enfermera cubana comienza a atender aquella gente desvalida y la mirada desesperada de la familia pero con el aliento de ver a los cubanos trabajar de manera mancomunada con los andorranos.
Leidisbet comienza a atender a su primer paciente. Se trata de José Luis. No tiene casi tiempo para el descanso, hasta que estuviera recuperado. Transcurren las horas y los días. El hombre abre los ojos y observa la sonrisa de la mulata que está junto a él. Lo había regresado a la vida luego de tres meses de batalla contra la muerte.
Ya en la sala de medicina del Hospital «Nuestra Señora de Meritxell» la enfermera lo visita para constatar el estado de salud. Se encontraba recuperado de la covid. José Luis, emocionado, solo puede pronunciar tres palabras:
—Gracias, mi cubana.
Se impone a la conmoción:
—Diste mucho de ti: Me ayudaste mucho para poder hoy estar aquí junto a mi familia. Gracias, mi cubanita—reitera.
El paciente y la familia se abran con lágrimas de felicidad a la enfermera.
—Jamás te vamos a olvidar.
Aquellos días de angustias fueron premiados por la felicidad colectiva, el cariño de la gente en Andorra, principado al que ayudó igualmente a recuperar, como uno de los principios básicos de la enfermería.
El miedo la invade pero la convicción que la llevaba y la palabra empeñada eran más fuertes.