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Balance del viaje: FRANCISCO A IRAK

Papa Francisco recibe homenaje del pueblo de Irak

 

Hernán Alejandro Olano García.
Vaticanista colombiano

No solo para cumplir una promesa incumplida por causa de la guerra, que frustró el viaje de Juan Pablo II a Irak en 1999, sino porque verdaderamente quiere tender lazos de entendimiento y abrigar con su palabra a los cristianos de Irak, Francisco desarrollò su 33ª viaje internacional, a pocos dìas de cumplir ocho años de su pontificado, no solo en medio de un paìs con los más altos niveles de contagio por el Covid-19, sino, devastado por cuatro décadas recientes de guerra y desolación, asì como aquejado él mismo, por una ciática que este año lo ha llevado a cancelar varios eventos en Roma.

Bajo el amparo de la frase Assalam lakum, la paz sea contigo, el Obispo de Roma se declaró «peregrino penitente», para implorar al Señor perdón y reconciliación, afirmando que en la tierra de Abraham, debe existir una sola familia, la de musulmanes, judíos y cristianos.

Francisco en realidad es un lìder indiscutible que se metió en el interior de la ballena, así como Jonás, quien fue expulsado de las entrañas del cetáceo mamìfero en las costas de Irak, para llevar a Nìnive la palabra de Yahvé.

Luego de muchos años de terror y de barbarie en Irak, la caìda del Estado Islámico marcó la vuelta a esa tierra de un reducido grupo de cristianos, que junto con los que se quedaron y fueron robados, amenazados, asesinados, crucificados, sus hijas y mujeres violadas y ultrajadas, asì como esclavizados, sometidos a trabajos forzados y sus casas arrasadas por los yihadistas del ISIS, tan solo suman el 1% de la poblaciòn, cerca de 400 mil, luego que hace cuarenta años la cifra de cristianos fuese tres veces mayor.

En agosto de 2014, cuando las hordas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) tomaron Mosul, en marcha una campaña sistemática para erra­dicar la presencia de todo aquello que fuese considerado no islámico, casi nada ha cambiado frente a lo que Francisco encontró en su recorrido, en esa ciudad, así como en Bagdad, Nayaf, Quaraqosh y Erbil, capital del Kurdistán iraquí, donde ahora solo hay campos de refugiados, mientras que antes, cristianos, musulmanes y yazidíes vivían en paz.

El Papa quiso hacer presencia en aquellos lugares donde el islam se ha deformado hasta adoptar una forma virulenta y extremista, razón por la cual, en su discurso ante el Presidente y el cuerpo diplomático, expresó que el nombre de Dios no es para la opresión y para la guerra, sino para el amor, la benevolencia, la paz y la misericordia.

Recordò a Abraham y a Ezequiel, lo mismo que a los apóstoles Santo Tomás y San Judas Tadeo, evangelizadores de esa tierra de promisión, donde es importante alentar el testimonio de fe, esperanza y caridad, para que Dios permita que caminemos juntos en los valores de la paz, la hermandad, la convivencia común y el conocimiento recìproco.

Francisco no podía dejar de mencionar a la pandemia del Covid-19, que marcó con la fragilidad e inestabilidad al mundo entero, pronunciándose acerca de la distribución equitativa de vacunas, pues en Irak no ha comenzado el proceso de inoculación y, repensando que, en las crisis, el sentido de nuestra existencia nos debe fortalecer y sacar cambiados para bien o para mal. En una de sus posteriores intervenciones, en Bagdad, el sábado, volvió a hablar de la vacuna contra el virus del desaliento, que a menudo parece crecer en nuestro alrededor y, ese remedio es la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado.

«Pensar en lo que nos une y no en lo que nos divide», asì como superar las diferencias que nos llevan a la muerte y a la destrucción, hicieron parte del mensaje para lograr que en Irak se dè un diálogo paciente y sincero, poniendo empeño y compromiso para superar las rivalidades y contraposiciones, asì como la pobreza, el desempleo y la falta de reconocimiento de la dignidad humana, afectada por la corrupción, contra la cual se debe combatir con el ejercicio de una política sana.

El cristianismo en Irak comprende varios grupos étnicos, entre ellos, armenios, turco-manos y circasianos. Sin embargo, la gran mayoría de miembros de la comunidad cristiana corresponde a los asirios (caldeos, caldeo-asirios o siriacos), casi todos afectados por el conflicto, que para Francisco se supera silenciando las armas, garantizando los derechos humanos y enfrentando las desigualdades económicas mediante el diálogo, la serenidad y la concordia.

No obstante, la invitación del gobierno de Irak, que es requisito indispensable para proceder a un viaje pontificio, el Gobierno central ha venido tomando, desde su llegada al poder desde mayo de 2018, una serie de medidas dirigidas a avanzar en la islamización de la sociedad iraquí. Según el más reciente informe sobre la libertad religiosa, «Las leyes propuestas en relación con el alcohol, el código de vestimenta de las alumnas de las universidades y el matrimonio con menores de edad llevarían al país en una dirección más islamista, lo que afectaría a las minorías religiosas».

Si bien la intención del viaje, más allá del riesgo de salud o de seguridad, fue mostrar la cercanía del Papa con aquellas comunidades cristianas amenazadas, no dejó de ser sorprendente destinar cuatro días para exponerse al público (o a los terroristas) en algunos de los lugares nombrados en la Biblia que están ubicados en Irak, muchos más que los que se ubican en Israel y en Palestina.

Para el Papa Bergoglio, se ha de contribuir por todos a la paz y armonía de Irak, con amor, misericordia y benevolencia, frente a un pueblo atormentado por el dolor durante tantos años.

Francisco está siempre dispuesto a arriesgarse por la paz y así, con el único interés de unir en una familia a musulmanes, judíos y cristianos, desde la tierra de Abraham, desea seguir incentivando el diálogo con el islam, así como solicitar protección para los perseguidos y para las minorías. El Papa se mantiene fiel a su formación jesuita: viajar a las fronteras de la fe.

Sus palabras fueron contundentes para condenar la injerencia extranjera en Irak, un mosaico asolado por el terrorismo sectario yihadista, basado en el fundamentalismo, donde la población indefensa, de diferentes religiones, sigue acosada por los extremismos, las facciones y las intolerancias. Por tanto, señaló que allí, debe edificarse la justicia para crecer con la transparencia requerida frente a intereses políticos e ideológicos, asì como frente a la pobreza, la desocupación y las persecuciones, poniéndose las bases para una verdadera sociedad democrática.

Para el Papa, Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente a Oriente Medio, que las diferencias, màs que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil, razón por la cual expresó: «Quien cree en Dios no tiene enemigos qué combatir».

En la Catedral de Nuestra Señora de la Salvaciòn, en Bagdad, Francisco recordó el sacrificio de 53 fieles y de los sacerdotes Thair y Wasin, todos màtires que recuerdan con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas.

Un aspecto crucial de su visita, fue el encuentro con el nonagenario Gran Ayatolá Alì Sistani, en Nayaf, la ciudad santa donde está sepultado el imán Alì, yerno y primo de Mahoma. La entrevista con el líder espiritual de los Chiitas, representó un símbolo de paz, reconciliación y tolerancia dentro del diálogo ecuménico y, para el entendimiento interreligioso.

El domingo, por su parte, se pronunció la oración por las víctimas en la plaza de las cuatro iglesias (todas ellas destruidas), donde el Papa francisco recordó que la fraternidad es màs fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra, convicciones, que para él, nunca podrán ser acalladas en la sangre derramada, por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción.

En Mosul invitò al diálogo, mediante una plegaria por la paz que recoge el sentir de un mundo diverso que aspira a una mejor comprensión, en medio de un tejido cultural y religioso tan rico de diversidad, que se debilita con la pèrdida de personas: «Como en vuestras artísticas alfombras, un pequeño hilo salido puede estropearlo todo».

En Qaraqos, la antigua Nìnive, Francisco agradeció los testimonios de Doha Sabah Abdallah y del padre Jako, haciendo énfasis en que no podemos seguir viendo los signos del poder destructivo de la violencia, el odio y la guerra y, que màs bien, debemos contar con el respeto y defensa a la mujer, la paz, el perdón, la fraternidad, la conversión de los corazones, el triunfo de la cultura de la vida, la reconciliación y el amor fraterno, enviando a su vez un mensaje a los ancianos, como modelo a seguir y, a los jóvenes para que: no dejen de soñar, no se rindan y no pierdan la esperanza.

La apretada agenda dominical, cerró con una misa en el estadio «Franso Hariri» en Erbil, ante 18 mil feligreses, donde recordó la Carta a los Corintios de San Pablo: «Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios», para señalar que todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios revelada por Jesùs en la cruz y, que la Iglesia de Irak està viva y que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel.

Representantes de todos los sectores de Irak estuvieron en cada  momento con el papa Francisco.Las comunidades víctimas del terrorismo internacional destacaron la presencia del papa Francisco.El papa Francisco fue recibido en el Palacio Presidencial de Bagdad por el presidente iraquí, Barham Saleh y su esposa, Sahrabagh

Así se despidió de Irak el papa Francisco.