Camino de Santiago en el paso de los peregrinos por Arzúa.
Arq. Jorge Noriega Santos
MBA-
Orbedatos.
Existen varias formas de viajar para descubrir el mundo, la primera y tal vez la más sencilla es la de ser un típico «TURISTA», el cual va a una agencia de viajes y solicita un paquete por siete días para conocer Europa, prepara una maleta grande y la llena de ropa (por si acaso), lleva una pequeña cámara o el celular, hace su viaje y llega agotado por el trajín, pero siendo muy honesto no está del todo seguro dónde estuvo, conserva algunas fotos, pero no logra identificar los lugares, solo se acuerda que estuvo en sitios muy famosos.
La segunda forma es el «VIAJERO», el cual investiga sobre los sitios a visitar, su maleta es más pequeña, su cámara es mucho mejor, hace el viaje en forma más tranquila y trae fotografías clasificadas y videos para compartir con sus amigos. La tercera forma, es la del «PEREGRINO», que parte de una profunda planeación, prepara una documentación, lee sobre los lugares y se identifica con aquellos que le permitirán tener una experiencia transformadora, su equipaje es elemental, muy liviano, un sombrero, un bordón, una cantimplora, excelente calzado para los recorridos, pero especialmente tiene un alma curiosa que camina más allá de las fronteras, sin ningún afán, con un destino en su mente y un propósito en su corazón. Con esta última versión es que iniciaremos nuestro peregrinaje por el camino de Santiago de Compostela en España.
Para iniciar vale la pena aclarar el nombre del camino, es importante señalar que el apóstol Santiago el mayor, era uno de los discípulos de Cristo, hijo de Zebedeo y María Salome, hermana de María, la madre de Jesús. Santiago es también conocido como Jacobo para diferenciarlo de su hermano Santiago el menor. Al morir Jesús en la cruz, los doce discípulos se reunieron y se dividieron el mundo conocido para iniciar la prédica del cristianismo, es así como a Pedro le tocó Roma, a Pablo le tocó Asia y a Santiago la provincia Romana de Hispania. Santiago marchó hacia allá y encontró muchas dificultades con el grupo de judíos que estaban allí radicados, su labor fue mínima y finalmente decide regresar a Jerusalén, en donde es puesto preso y decapitado por Herodes Agripa, en el año 44 DC.
Posteriormente, sus discípulos recogen su cuerpo y se embarcan hacia el lugar de Galicia en donde él había predicado y lo entierran allí, realizando una pequeña capilla. Con el paso del tiempo es olvidada y en el año 813, un monje eremita llamado Pelayo, una noche ve una lluvia de estrellas sobre un campo (vale la pena mencionar que Compostela significa campo de estrellas). Pelayo informa a su obispo Teodomiro el fenómeno y este le ordena hacer una excavación en el sitio, encontrando una tumba con un cuerpo cuya cabeza estaba a sus pies y una inscripción que decía: «Aquí yace Jacobo hijo de Zebedeo y Salome», de esta forma se constata que era la tumba del apóstol. Alfonso II ordenó construir una iglesia Románica en el año 997, la cual fue destruida por Almanzor al mando de los musulmanes que invadieron España.
En el año 1100 se reconstruye la catedral al estilo gótico y el papa Calixto II, declaró santo el lugar, emite una bula papal, que establece el camino como zona de peregrinaje para los cristianos comparable a las peregrinaciones a Roma o Jerusalén. Lo anterior permite un renacimiento espiritual para el camino hasta el día de hoy. Para llegar a Santiago de Compostela existen más de 100 caminos, los cuales parten de todos los lugares de Europa, como Inglaterra, los Países Bálticos, Alemania, Bélgica, Francia, Italia y Portugal, los cuales se entrelazan creando una compleja red. Al verla el poeta Goethe, dijo: «Europa se forjó por los caminos de Santiago». Todo peregrino debe tener tres condiciones fundamentales que son: i) una mente abierta al conocimiento, ii) una actitud humilde y de respeto hacia la vida, iii) un corazón grande para aceptar los sacrificios y tribulaciones del camino. La experiencia de peregrinar es muy personal, íntima, espiritual (no necesariamente religiosa), trascendental y sobre todo transformadora para nuestras vidas.
Uno de los caminos más frecuentados y famosos es el camino francés, que recibe su nombre en honor a Carlo Magno. Este parte de un pequeño pueblo francés en la frontera entre Francia y España llamado San Jean Pied de Port el cual atraviesa el norte de España por siete provincias: Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y La Coruña (Galicia). Este fue el camino que mi hijo y yo escogimos como peregrinos, con bordón y una vieira (símbolo del apóstol), y en el cual a través de 700 kilómetros de recorrido pudimos experimentar el proceso de convertirnos en peregrinos. Cada provincia que se recorre es diferente a las otras, con paisajes extraordinarios y lugares maravillosos, exquisita y variada comida y excelentes vinos. Nuestra meta era recorrer 35 kilómetros por día, a lo largo del camino el cual se encuentra muy bien señalizado y lleno de posadas, hoteles, refugios y albergues, en estos últimos el peregrino tiene hospedaje colectivo gratis o pagando muy poco por una noche y un pequeño desayuno que le permite recuperar las fuerzas para continuar en su andar.
Los lugares visitados tienen la particularidad de despertar en el ser humano una experiencia de paz y armonía, la mayoría de ellos tienen un interés histórico, artístico y contienen un significado místico religioso o sobrenatural, por lo cual muchos de ellos han sido declarados por la Unesco como patrimonio de la humanidad. Las jornadas o etapas son largas, pero más que kilómetros a salvar, se convierten en niveles progresivos del despertar de la conciencia del peregrino. El camino es una «meditación dinámica», lo cual permite al peregrino hacerle preguntas al camino y con el paso de los días darse cuenta que el camino ha contestado las inquietudes fundamentales, como: ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy?
Al iniciar el camino, en un albergue, se le entrega al peregrino una libreta en donde se deben recoger los sellos de los sitios visitados. Este documento es revisado en la sacristía de la catedral a su llegada a Santiago y si ha cumplido los requisitos se le expedirá la Compostela, que es una bula papal que le da indulgencia plenaria, la cual permite borrar todas sus faltas y pecados. Como me decía un anciano peregrino de 80 años de origen francés: «que maravilla estamos en cero y podemos empezar de nuevo». Nuestro peregrinaje lo empezamos con seis compañeros, los cuales nunca volvimos a ver en el camino, pero el día que llegamos a Santiago allí estaban entre los 5000 peregrinos que arribaron. Ese día era domingo y se celebraba a las 11 de la mañana un rito muy especial e interesante. Existe un gran incensario de más de un metro de alto, llamado el Botafumeiro que pende de la cubierta de la catedral y que con gruesas cuerdas es manejado por cuatro personas, quienes lo hacen oscilar a lo largo del recinto, expandiendo un olor agradable de mezcla de incienso y mirra. Según la leyenda esto se hacía en la edad media, para eliminar los malos olores de los peregrinos sudorosos, hoy se conserva la tradición, aunque ya no se necesita, ya que los peregrinos antes de ir a la catedral toman un baño refrescante en sus albergues.
Finalmente, el camino de Santiago de Compostela, independiente del credo religioso o filosófico que cada uno practique, nos muestra una luz para entender el sentido de la existencia humana y comprender que: «el camino es la meta» y «que el camino se hace al andar».
Mojón indicativo del Camino de Santiago. Aparece en él la flecha amarilla ideada por Elías Valiña para señalizarlo.