«Cocodrilos hay entre los dirigentes colombianos, cuya relación forzada, con los periodistas y los futbolistas, los lleva a impropios calificativos, especialmente en las salas de reunión, o en encuentros privados».
Esteban Jaramillo Osorio
El cocodrilo lo llaman en algunos países.
Consiste en extenderse detrás de las barreras, en el cobro de las faltas, para evitar que el balón las traspase y sorprenda al portero.
Quien indujo a ello fue Messi, cuando optó por impactar con certeza, por debajo del muro de contención, para llegar magistralmente al gol. Edwin Cardona realizó uno en Boca, contra Velez, en Argentina. Fue muy celebrado.
La jugada viene de 2016 y tiene a los brasileños como sus inventores, sin reñir con el reglamento a pesar de su afectación a la estética.
No es tan novedosa como la doble pisada, la rabona, la elástica o la cola de vaca. Todas geniales dentro de la pirotecnia del juego que gusta en la tribuna y el público disfruta. O como el pase con la espalda, la cadera, el sombrero, la bicicleta, un gol olímpico, o el túnel, la jugada más humillante que existe. Expertos en Brasil en este tema.
Todas en proceso de extinción o en decadencia, porque el sabor del fútbol se transformó en una insípida sucesión de mediciones, con datos, en ocasiones empalagosos o irrelevantes, que minimizan la calidad en beneficio del músculo o el aguante físico.
El cocodrilo es una herramienta defensiva sin belleza, que, aunque no lo es, se ve como una trampa para frenar el talento. Es una acción preventiva y destructiva.
Cocodrilo es, y disculpen el cambio de frente, Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, quien, en audios revelados en España, azota sin reparos a futbolistas, entrenadores y periodistas, cercanos a sus proyectos, con suficiencia en su poder y sin respeto.
Cocodrilos hay entre los dirigentes colombianos, cuya relación forzada, con los periodistas y los futbolistas, los lleva a impropios calificativos, especialmente en las salas de reunión, o en encuentros privados.
Cocodrilos los árbitros con sus ocurrencias…Lanzan dentelladas a sus víctimas, asumiendo un poder temporal devastador en contra de la ética, con el silencio cómplice de quienes los auspician.
O los abogados, como el ex fiscal Martínez, ávidos de protagonismo, pidiendo pista en tribunales para reparar su deteriorada imagen por medio del deporte, el que se negaron a investigar en sus abusos.