Belálcazar tumbado por los indígenas en Popayán
Néstor Raúl Charrupi
Antes de volarse de su casa en Córdoba España, siendo aún un adolescente, por haber matado a su burro, algunos dicen que a su hermano y temiendo represalias judiciales se embarcó en uno de los viajes de Colon hacia las Indias (América) en busca de Oro, que según los españoles estos, los indígenas, guardaban por montones.
En fin, palabras más, palabras menos, se trataba de un español analfabeta, matón quien se distinguió entre los «conquistadores» españoles por ser extremadamente sanguinario, incluso no solo de indígenas, sino de sus propios congéneres paisanos.
Su espada y el complejo racial que anida en las mentes de gran parte de los colombianos, le basto para que le dieran apodos bonitos, como los del «Adelantado y propietario de Popayán» y para que se le recordase con cariño, por escuetas y reaccionarias academias de historia que no recuerdan Atahualpa indígena valiente y orgulloso de su etnia, pero si, a personajillos genocidas como este.
Ahora, algunos payaneses y caleños están pegando el grito en el cielo, porque un grupo de indígenas se ha dado a la tarea de quitar estos falsos monumentos o iconos históricos, como los del tal Sebastián de Belacázar, quienes con estas insólitas defensas relatan hacia la posteridad una mentira histórica, pues los primeros pobladores de estas tierras, incluida la ciudad de Cali, fueron los indígenas, mientras que: Belarcazar y sus consortes conquistadores solo fueron los usurpadores, señores Academia de Historia de Cali.
Lo anterior denota lo acomplejado o acomplejados de estos «historiadores», lo cual termina explicando el racismo. Siendo Colombia una mezcla racial tan evidente, la cual padecemos desafortunadamente negros e indígenas, en una permanente negación de nuestra existencia, sin poder precisar, los indígenas porque los exterminaron y los negros porque nos secuestraron de África; el hecho es que indígenas y negros nos han sometido a una agresiva pobreza económica, cultural y histórica.
Nos hace falta a todos los colombianos auto reconocimiento, con estas sesgadas interpretaciones presuntamente citadinas de estas «academias de historia», quienes teniendo mayoritariamente sangre indígena, aunque no lo reconozcan, se creen descendientes de españoles, incluso de abolengo y alcurnia, entre otras, sin saber quién realmente fue este exterminador de indígenas.
En lugar de estar con tanta lloradera señores de la Academia de Historia, porque les tumbaron ese nefasto recuerdo plasmado en esa estatua, hagamos una concertación colectiva para que la reemplace otra: con un enorme hombre negro, parecido a esos trabajadores de la construcción que desde hace más de 150 años han construido Cali. Aquí en Colombia hay muy buenos escultores, hagan los acuerdos y ampárense en la ley, pero los negros también existimos, máxime en Cali, donde la sangre Afro es mayoritaria y sin embargo es desconocida.
Un indígena levanta la bandera y bajo sus pies Sebastián de Belálcazar.