Desesperación de los habitantes de Haití cuando llegan ayudas
Guillermo Romero Salamanca
Si no son los pésimos gobiernos, con una corrupción y represión sin límites, lo son las desgracias naturales con terremotos que les acaban sus carreteras y residencias. No hay grandes empresas ni otra forma de conseguir un futuro que la de lanzarse al mar en búsqueda de un pescado o huir de su situación de pobreza, angustia y olvido.
La pandemia endureció las expresiones humanitarias de las personas. Este año, un complot terminó con la vida de su presidente. Aún no se sabe quiénes ordenaron su asesinato, perpetuado por ex militares colombianos. La desestabilización política empeoró sus vidas.
Las ayudas que les llegan del exterior se reducen cada vez más. Huir hacia otros países y lograr, tal vez, la llegada a los Estados Unidos. Unos viajan hasta Chile para comenzar el ascenso.
Colombia, desde luego, ha sido uno de los países de paso y en Necoclí se congregan miles de seres humanos que en francés tratan de dialogar con los habitantes del municipio más cercano a Panamá. Deben cruzar la selva del Darién con miles de riesgos, malaria, redes de narcotráfico, trata de personas.
Van en una diáspora inimaginable. Muchos niños, con sus caras de tristeza, avanzan solitarios, sin sus padres, ni hermanos. Están solos en este mundo indiferente.
Producen tristeza sus miradas y su angustia podría estremecer al más soberbio, pero ellos están con la maldición permanente de su forma de vivir.
Este fin de septiembre, varias agencias de la ONU han emitido un comunicado conjunto pidiendo a los Estados que no expulsen masivamente a los haitianos.
Las agencias de la ONU para los refugiados, los migrantes y los niños y la oficina de derechos humanos solicitaron que se evalúen sus necesidades de protección, garanticen sus derechos básicos y ofrezcan mecanismos de protección o acuerdos de estancia legal.
Además, invitan a los países en las Américas a adoptar un enfoque regional integral. Los gobernantes y miembros de la OEA se muestran indiferentes. Cada uno tiene sus propios problemas y no muestran interés por ayudar.
Las agencias de la ONU señalaron que entre los haitianos que han salido de su país hay perfiles muy diversos, desde niños solos, víctimas de trata o supervivientes de violencia de género “cuyas necesidades de protección varían”. «Algunas tienen motivos bien fundamentados para solicitar protección internacional como refugiados», añadieron, recordando que el derecho internacional prohíbe las expulsiones colectivas y exige la evaluación de cada caso.
Sin embargo, casi 5500 haitianos han sido deportados desde Estados Unidos desde el 19 de septiembre.
El jefe de la Organización Internacional para las Migraciones en el país explicó que llegan seis o siete vuelos cada día. Muchos de los deportados llevan años fuera de Haití y ya ni siquiera tienen familia en el país. «Un joven, al llegar de uno de estos vuelos, me preguntó ‘¿Dónde está Puerto Príncipe?’ Así que ni siquiera saben dónde están. Llevan mucho tiempo fuera.
Generalmente regresan con sus familias, pero, a veces, esto también es difícil porque las familias también contaban con sus remesas, así que también han perdido este apoyo, vuelven con las manos vacías», dijo Giuseppe Loprete.
Grave situación para un pueblo que sucumbe ante el olvido y la indiferencia del mundo.