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«Opio del pueblo»: «EL JUEGO INFINITO» Y LA MAGIA DE LA PELOTA

James Rodriguez, el mejor jugador de fútbol de la selección Colombia

 

 

 

 Esteban Jaramillo Osorio

Ciencia, trabajo, juego, diversión, oficio, o profesión.

En él conviven el amor y el odio. Se eternizan las figuras, se acrecientan rivalidades en tardes memorables que erizan la piel, se mima y se mancha la pelota, dominan los sentimientos cuando un ídolo y su equipo ponen con sus habilidades el mundo a sus pies, o se irrespeta una camiseta.

El fútbol gradúa como doctores, a directivos sin estudio; como filósofos, a los entrenadores con frases rebuscadas; a los ex futbolistas, sin escuela, como periodistas; a los periodistas, por sus discursos presumidos, como maestros y a los árbitros- soplapitos, como profesores. «Profes» les dicen.

El fútbol construye personajes que, retirados, se pierden en la niebla de la memoria. ¿Vieron a Pelé llorando, dominado por sus recuerdos nostálgicos al llegar a los 80 años?

¿O el rentable cadáver de Maradona, sin importar que durante años fue el eje de esta fiesta, carcomido por los buitres que lo rodeaban?

¿O la balacera verbal contra James Rodríguez porque no juega, inspirada en conjeturas con broncas?

El fútbol, con el billete arropando a los astros, tratados como vedettes, por encima del espectáculo, con partidos publicitados con alboroto, o futbolistas inflados por los medios para acelerar sus transferencias.

Fútbol con estadios tristes y vacíos, con los vozarrones de los entrenadores y los alaridos de los futbolistas en primer plano, mientras se retuercen en el piso a cualquier roce, esperando una cura milagrosa, (tarjeta amarilla para el supuesto agresor) por una lesión inexistente.

Por fortuna, aún hay fiestas, con lujos esporádicos, choques intensos y habilidades que, aunque escasas, siempre se celebran. Con flujo de noticias permanente, para alimento del aficionado como alivio en tiempos de crisis y con polémicas que animan, así sean a control remoto.

Un raro encanto tiene este juego. Fiesta de masas, con un placer masoquista y morboso. Es la magia de la pelota.