La miseria llegó con la pandemia.
Valeria Morales Rivera
El panorama económico provocado por el deficiente manejo del gobierno, la crisis sanitaria, y el estallido social que genera en los empresarios y trabajadores el temor a perder su fuente de ingreso, provocando estrés, ansiedad y desgaste.
En el último año, de acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, más de 100 millones de trabajadores han entrado a la pobreza, la desaparición de las empresas y la destrucción del empleo formal fueron algunas de las causas de este incremento.
Después de un año de pandemia, a la situación actual del país se le suma la incertidumbre económica derivada de las problemáticas sociales, las dificultades económicas, el desgaste físico y mental. En este escenario, el riesgo psicológico para las personas es alto.
No todas las personas desempleadas son personas que vayan a experimentar dificultades psicológicas asociadas. Pero por las condiciones que conlleva la pérdida de un trabajo, se incrementa el riesgo de desarrollar problemas de ansiedad, o de nivel afectivo, así como sintomatología depresiva «la ansiedad por incertidumbre suele estar relacionada con el estrés y la carga mental excesiva, aunque esta es una emoción necesaria para la supervivencia; en exceso resulta ser un estado emocional perturbador que está acompañado por pensamientos poco realistas y sobreestimados de las situaciones, este temor tiene efectos negativos en la motivación y la productividad de las personas, pero también en la salud», manifiesta Gloria Casas es profesional en Psicología Clínica.
Cuando una persona se encuentra sin trabajo o está en riesgo de perderlo suele estar muy estresada lo que deriva en otros problemas como ataques de ansiedad, molestias estomacales, insomnio y contracturas musculares, al estar en esta situación, también aparecen sentimientos negativos como la impotencia, la frustración y el agobio relacionados con la falta de ingresos.
De acuerdo a la profesional, hay síntomas o señales que indican que una persona está sufriendo un estado de ansiedad difícil de manejar:
Sensación de nerviosismo, agitación o tensión. Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe. Aumento del ritmo cardíaco. Respiración acelerada (hiperventilación). Sudoración. Temblores. Sensación de debilidad o cansancio. Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual. Tener problemas para conciliar el sueño. Padecer problemas gastrointestinales. Tener dificultades para controlar las preocupaciones. Tener la necesidad de evitar las situaciones que generan ansiedad. Llanto y torpeza motora.