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Antonio Encinales: UNA VIDA DE SERVICIO SOCIAL

Antonio Encinales y Erasmo Guaqueta, periodistas.

 

Antonio Valencia Salazar

Una tarde cualquiera- y de ella hace más de 28 años, 1994-  nos acercamos a la existencia terrena de un hombre sencillo pese a su figura personal, con una buena estatura, de mejor presencia, con aires de norteamericano acomodado, de ojos verde- azules, inquisidores. La empatía con Antonio Encinales Valderrama fue inmediata gracias a la mutua presentación de ambos que encabezó su primo periodista Antonio Quevedo ya lejano en la muerte, quien por entonces era presidente de Acoprensa, organización gremial de los «journalistas» de la vieja guardia del Cuarto Poder, en esas calendas de serio periodismo y de dificultades tecnológicas.

Ya era figura Antonio Encinales en la Localidad 14 Los Mártires, donde  se había granjeado la amistad de tenderos, comerciantes y autoridades y haciendo sencillos alardes de filántropo y tramitador, se las arreglaba para servir a quienes necesitaban de permisos y papeles legales en el funcionamiento de sus negocios.

Emprendedor, Encinales me propuso la fundación de su «empresa» periodística. La bautizamos de inmediato en el curso de la rápida conversación, «Informativo Los Mártires», el vocero de las gentes y las necesidades de la comunidad  entre las cuales la seguridad ciudadana, el empleo, la inversión social del presupuesto local de la Alcaldía,  drogadicción, expendió ilegal en «ollas», mendicidad y nuestro respaldo y concurso a las autoridades civiles y policiales; es decir todo un programa periodístico de alguna magnitud e importancia. Nuestro trabajo encontró apoyo en el comercio y la industria gracias al espíritu de Encinales en aquello de lograr una pauta publicitaria para 16 páginas a color y blanco y negro de tabloide de sus aspiraciones. Para mí siempre fue un orgullo ser compañero de batallas informativas con Antonio Encinales y prueba de la amistad adquirida son las 140 ediciones de un periódico que ha marcado historia y época en la Localidad 14 Los Mártires por su contenido social y de servicio a las gentes que la habitan.

A través de su «informativo Los Mártires» Encinales desplegó otras actividades altruistas y filantrópicas. Se las arregló y bien para muchos festivales cómico taurinos en la monumental Plaza de Toros de Guatavita La Nueva.

Predilección especial mostró por los ancianos en Los Mártires. Organizó en dominicales y festivos caravanas de buses a la colonial Villa para llevar a estos seres necesitados de alegría y diversión. Convenció a sus familias para estos jolgorios y paseos y lo secundamos en sus ambiciones y propósitos. También contó Encinales con el apoyo de su compañera Ruth Ossías Rico, quien lo antecedió en el viaje final ya hace varios años. Y volviendo a los festivales taurinos de su ideario, nos consta que muy  buena parte de los producidos monetarios fue destinada para dotar  de muebles y neveras a varios hogares de la tercera edad en este entorno residencial y comercial. Es de justicia reconocer que la generosidad de Antonio Encinales fue notable hacia los ancianos, a quienes dedicó sus esfuerzos de organizador y filántropo en ciernes sin saberlo. No debemos olvidar tampoco su entusiasmo para la celebración del Día del Periodista. Por muchos años  dedicó sus recursos para esta efemérides. Y entregó a sus colegas pergaminos, medallas y condecoraciones. También los almuerzos de compañeros en la plazoleta de comidas del Samper Mendoza, congregó a nuevos colegas y a militantes de la vieja  guardia periodística de Bogotá, en especial de periódicos sectoriales, cuya lucha a plenitud nunca ha sido reconocida por nuestra sociedad. Cumplió así Antonio Encinales Valderrama un periplo digno de  reconocimiento.

Su presencia día a día por calles y carreras de Los Mártires, sus visitas a sus anunciadores amigos se hizo aún más familiar en el entorno de su periódico. Usaba para caminar dos modernos bastones ortopédicos que su hijo adoptivo le envió del extranjero. ¿El motivo de esos adminículos? Sufría de serios impedimentos en sus piernas producto de una feroz atropellada que una vaquilla matrera le propinó contra el burladero, en la hermosa plaza de toros de Guatavita y cuando fungía de matador.

Rehusó una intervención quirúrgica aconsejada y el mal se agravó con el paso de más de 20 años de dolores sin cuenta. Decimos familiar su figura, pues su andar era lento; todo mundo lo distinguió  en la localidad, pero además, era detallista y como admiraba las flores canjeaba ramos por publicidad para obsequiar a las damas en fechas especiales. Todo un personaje amparado en su quijotesca empresa de periodismo empírico, de ese que profesamos quienes creemos que la palabra escrita es para decir la verdad y no para ocultarla. En fin, Antonio Encinales Valderrama, que hoy entra a la historia parroquial de Los Mártires por sus ejecutorias sociales, hilvanadas en su caletre mental de servir a la comunidad que lo acogió por más de 50 años. Extrañaremos su silueta un tanto encorvada por los años, su enfermedad y el clásico y pesado maletín colgado de sus hombros en el cual empacaba por centenares, el periódico de su ideario noticioso.

Sus amigos, colegas y familiares nos inclinamos ante sus despojos mortales; le decimos hasta luego con el dolor del corazón y el espíritu a media asta. Viaja al reino de los buenos. Ingresa a la Eternidad. Salva su alma por los sanos desempeños de su vida elemental y sencilla.