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Cartas al pasado: VIVIR LA VIDA COMO UNA FIESTA

Un matrimonio civil en el siglo XIX.

 

 

Diego García

Hace poco, menos de un mes escuché a unos amigos hablar sobre los preparativos de su matrimonio: vestidos, arreglos florales, iglesia, comida, música, la lista continuaba, era casi interminable. Me sentí emocionado y feliz al escuchar como dos personas quieren dar lo mejor de ellas y elaboran un plan para que todo sea perfecto. En el futuro poco importará, si todo salió según lo planeado, simplemente recordarán ese momento como algo inolvidable. La vida es una colección de momentos inolvidables que vamos acumulando con los años.

Cuando nos invitan a una fiesta, por ejemplo: a un matrimonio, nos sentimos halagados y emocionados. Es fascinante ver cómo este evento genera en nosotros cambios físicos y mentales, lo anterior lo digo, porque para ese evento usamos nuestras mejores prendas de vestir, nos arreglamos el pelo, hay personas que hacen dieta, limpiamos los zapatos, entre otras cosas. Todo lo hacemos porque queremos estar radiantes, damos lo mejor de nosotros. Pero tristemente la fiesta acabó y retomamos la rutina. La vida pierde color cuando vivimos bajo la rutina.

Todo esto me hace pensar que solo bajo ciertas circunstancias vamos a dar lo mejor de nosotros, parece una regla que se debe cumplir siempre; solo me arreglo si salgo, solo hago bien el trabajo si mi jefe está pendiente, soy romántico en la época de conquista, y así con diversas actividades. Parece que debe existir una condición externa, para dar lo mejor de mí, y cuando esa circunstancia no está, entramos en un tipo de hibernación, estamos en reposo, escasamente nos arreglamos, perdemos las ganas de hacer las cosas y sobre todo de hacerlas bien.  Sin darnos cuenta, hemos dado el poder de nuestras decisiones y acciones a un tercero que puede ser una persona o un objeto, como el dinero.  Son nuestras acciones las que devuelven el color a nuestras vidas.

La mayor motivación de cada día debe ser el simple, pero maravilloso hecho de estar con vida. Estar vivo hoy, abre la puerta a múltiples posibilidades de luchar por lo que anhelamos, de lograr metas, y por supuesto de hacer algún tipo de cambio sobre quien soy y lo que hago. Cada noche debemos agradecer por lo vivido y acostarnos con el compromiso de ser mañana un poco mejor de lo que fui hoy.

Deberíamos vivir la vida como si mañana tuviéramos esa gran fiesta a la que fuimos invitados, recordemos que somos los anfitriones de nuestras vidas. Así como nos preparamos para una fiesta, es un compromiso con cada uno de nosotros prepararnos para la vida diaria; por qué no usar nuestros mejores vestidos a diario, arreglarnos, peinarnos y poder vernos al espejo y sentir satisfacción, llenarnos de energía para salir a conquistar el mundo, a partir del control de nuestros miedos.

La vida es una fiesta, y cada quien decide cómo vestirla y ambientarla. Protagonizamos diversos roles, en ocasiones seremos anfitriones y en otros invitados, pero al fin de cuentas solo dependerá de nosotros como disfrutamos la fiesta, es decir, la vida. Es ahora cuando decido disfrutar mi vida.

Esta es nuestra fiesta, y decidimos cada día si nos ponemos nuestro mejor traje, que va desde la ropa que utilizamos, hasta la actitud que elegimos para salir al mundo y decirle: ¿Qué tienes hoy para mí? Estamos acostumbrados a ver esos momentos difíciles como problemas, te invito a verlos como retos, la vida lo hace para sacar lo mejor de nosotros.

Somos a la vez invitados y anfitriones de la fiesta más grande que podemos tener, NUESTRA VIDA.

Diego García, Médico.