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Herid: EL ARQUERO QUE LLEGÓ AL CIELO

Herid Santiago Orozco Abaunza

 

Guillermo Romero Salamanca

–¡Mamá, mamá, mamá…Yo seré el mejor arquero del mundo!, gritaba todas las mañanas Herid Santiago Orozco Abaunza antes de salir a estudiar al Instituto del Comercio de Barbosa.

Entrenaba todos los días. En las tardes miraba videos, una y otra vez, donde los más destacados porteros del mundo atajaban pelotazos, sufrían por los penaltis o simplemente hacían demostraciones audaces imitando a las aves para atrapar el balón o desviarlo de los ataques de los contrincantes.

Doña Mayerli le escuchaba sus intenciones, le daba la bendición y lo veía en sus entrenamientos y en los grandes esfuerzos que hacía el muchacho para demostrar sus capacidades como deportista.

–Hoy me hicieron un gol tonto, decía un día.

–Mamá, mamá, hoy atajé un penalti…Uf… ¡Qué alegría!

–Hoy llovió y no pudimos jugar, le comentaba cuando llegaba un tanto entristecido a la casa en el barrio Villa María en Barbosa, Santander.

Un día un amigo le regaló un par de guantes. Estaban muy usados y reventados por muchas esquinas. Para Herid Santiago fue un inolvidable obsequio. Por fin tendría un alivio para sus manos.

Doña Mayerli observó que estaban demasiado rotos, pero no había posibilidades de comprar un par, así que con paciencia y una blusa suya, los remendó y se los dejó utilizables.

–Tan linda mi madrecita, le dijo Herid Santiago cuando los vio.

Los dos profesaban un amor filial permanente. Eran detalles que iban y venían. Don Víctor Barbosa, su padre y su hermano Emilio, los miraban siempre cuando se abrazaban y se deseaban lo mejor.

A pesar de las dificultades económicas, la familia demostraba que con alegría podía salir adelante.

El primero de septiembre fue un día especial para Herid Santiago. Participó en las pruebas del ICFES en su municipio. Antes de salir para los exámenes le dijo a doña Mayerly: «Ya se acerca el momento para presentarme a un equipo profesional».

Se abrazaron y se marchó con un beso en la mejilla.

Luego de las pruebas, sus compañeros de colegio determinaron hacer un paseo para celebrar el acontecimiento y pensaron que a orillas del río Suárez podrían conversar, reír, contar historias, hacer planes futuros y por qué no, escuchar una vez más sobre los sueños de Herid Santiago de ser el mejor arquero del mundo.

A pesar de las advertencias de peligro, por las difíciles corrientes del río Suárez se lanzó al caudal.

Sus amigos lo vieron zambullirse, pero, de regreso, no alcanzó una soga que tenían para salir y de un momento a otro se hundió en las amarillas aguas y no volvió a salir.

Los gritos y llamadas de angustia de los muchachos se confundieron con el miedo y la zozobra. Fueron a dar aviso a los familiares quienes, obviamente, no podían dar crédito a lo sucedido.

–Dios mío, Dios mío, Dios mío, esto no puede suceder, manifestaba doña Mayerli y familiares, vecinos y voluntarios salieron a toda prisa hasta el lugar de los acontecimientos.

–¿Qué hacemos?, comenzaron a preguntarse unos a otros.

–Dar aviso a las autoridades para que nos colaboren en la búsqueda.

De inmediato, unos salieron para la alcaldía, otros para el cuerpo de bomberos, unos más para la Policía, otros para la defensoría, los de allá para el Concejo y hubo quienes fueron a pedir colaboración al Ejército.

Desconsuelo total. No hubo reacción por parte de las autoridades.

A la tristeza, lágrimas, abrazos con profunda emoción se unían la desidia y el olvido de las entidades.

Sin embargo, vecinos, amigos y familiares recorrieron la ronda del río hasta kilómetros abajo. Organizaron un campamento con ollas para hacer agua panela y café. De aquí y allá hasta desconocidos colaboraron con algún detalle para las comidas o para las bebidas.

Hicieron turnos para buscar. Oían las turbulentas aguas. A veces llovía y en otras horas el calor era insoportable, pero seguían con la esperanza.

Pasaron el viernes, el sábado, el domingo y no obtenían información, ni del cuerpo de Herid Santiago ni de las autoridades civiles que poca atención prestaban al caso.

El lunes las cámaras de Ecolecua aparecieron para registrar el hecho.

–¿Qué más hacemos para buscar ayuda?, preguntaban los dolientes.

Alguien sugirió la importancia de llevar medios nacionales para llamar la atención. Fue entonces cuando el jueves don Julio Sánchez Cristo anunció a través de la W Radio el hecho y entrevistó a doña Mayerli.

De inmediato, las autoridades enviaron personal al sitio de los hechos y los bomberos acudieron con buzos, pero con un detalle insólito: ¡Los tanques no tenían oxígeno! Debieron viajar a Tunja para recargarlos.

Doña Mayerli, desde un comienzo, sospechó de un recodo del río. «Ahí está mi hijo», decía a cada rato.

El jueves 8 de septiembre, ocho días después de la inmersión de Herid, hacia las 10 y 30 de la noche el cuerpo flotó.

Doña Mayerli agotó sus lágrimas, una vez más.

Al llegar a su casa contempló los guantes de arquero de su adorado hijo y le dio gracias a Dios por haberle prestado por 18 años a Herid Santiago, quien, desde el cielo, sigue alentando: «mamá, mamá, mamá, soy el mejor, soy el mejor».

Lugar donde encontraron el cuerpo sin vida de Herid Santiago