Candida, Gaetano Veloso y Flor
Lázaro David Najarro Pujol
Un homenaje a las madres, abuelas, a la Trova tradicional, a Santiago de Cuba, Baracoa, Camagüey. «Hermanas Fáez. Voces de la memoria». La idea del libro surgió a partir de un radio documental titulado Chanchana no, Hermanas Fáez y una propuesta de la editora Dulce María Sotolongo, en una de sus visitas a la Ciudad de los Tinajones.
Recuerdo que una mañana fresca de diciembre tomee la calle Rosario invitado por la vanguardia intelectual joven camagüeyana. Me presentan a Cándida Rosa. Diciembre de 2017 es un mes de alegría en espera del nuevo año. Cándida sobrepasa los ochenta y siete años. Su hermana había fallecido. Me mira fijamente a los ojos y observa a René como buscando consentimiento para revelar la historia. René hace un ademán de confirmación. A Cándida le brillaban los ojos. No obstante, su avanzada edad conserva la memoria de juventud.
Las Hermanas Floricelda y Cándida Fáez Neyra llegaron lejos, muy lejos donde jamás pensaron que iban a llegar. Nunca pidieron nada, ni siquiera una entrevista. Justicia del cielo, dice Cándida, Dios nos preparó ese camino, porque jamás pretendieron ser cantantes profesionales, ni siquiera pretendieron probar si podían cantar en escenarios.
En la contraportada de los relatos se resalta:
«Los viejos son niños que sueñan», dijo un día el novelista cubano José Soler Puig. A las hermanas Fáez, se les cumplió el sueño de ser artistas reconocidas a la tercera edad, luego de ser «descubiertas» por el promotor discográfico francés Cyrius Martínez.
Conocidas y aclamadas en los más variados escenarios del Viejo Continente (casi desconocidas en Cuba), establecieron personalidades musicales equiparables a las más descollantes figuras del Buena Vista Social Club, con una virtud: Cándida y Floricelda vigorizaron y endurecieron cada vez más el timbre de sus voces, al parecer con la intención de que esta trova (que brotó en el extremo más oriental de Cuba), no sea condenada a desaparecer.
Lázaro David con este libro pretende rescatar la música más autentica, contar desde una perspectiva realista, y objetiva la vida y quehacer cultural de las hermanas Fáez, ensalzar su papel histórico y valía dentro de la cultura popular tradicional. Para unas artistas de talla inmensa que jamás pretendieron la fama, sino más bien experimentar esa suprema y vasta elevación de sus naturalezas artísticas desde el germen insaciable de sus voces unificadas todas en la memoria. Una memoria de la que hoy tampoco podría prescindir la historia musical de nuestra cultura cubana. «Hermanas Fáez: Voces de la memoria.
Floricelda y Cándida Fáez confiesan amor con una pasión imaginable. Parecen dos ángeles de la tercera edad que cambiaron sus envejecidas alas por tabaco y ron, pero a cambio se comprometieron a cantar solo canciones de amor y desamor mientras residieran en la tierra. Vivian felices de incognito hasta que fueron descubiertas, escribe Ángel Páez, el domingo 5 de agosto de 2001.
Flor tenía el don de escuchar una música una vez y no la olvidaba y la melodía le salía de lo más profundo del alma, Ambas, con su hermano, montaron 200 números que se lo sabían nada mas de ponerle acorde en la guitarra.
Las hermanas FÁEZ, constituyen el reducto de la generación de oro en la música cubana.