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Historias de algunos: SENTENCIADOS CON EXTRAÑAS MUERTES

Steven Seagal

Guillermo Romero Salamanca

En la película «Señalado por la muerte», del productor y actor de los puños y las patadas Steven Seagal, un jamaiquino sacó una sabia conclusión: «Todos quieren ir al cielo, pero ninguno se quiere morir».

La muerte es algo que llevamos en la vida. Simplemente se espera.

El poeta y prosista español, quien viviera entre 1875 y 1939, decía que la muerte «es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos».

Por su parte, el escritor argentino Jorge Luis Borges decía que la muerte «es una vida vivida. La vida es una muerte que viene».

Para el filósofo Epicuro de Samos –quien tuviera vida entre el 341 y el 270 antes de Cristo- dijo que «la muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo».

El cantautor, compositor y música estadounidense Bob Dylan, exclamaba: «Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas».

Confucio, ese filósofo chino que sigue vigente y que tuviera aliento entre el 551 y el 478 antes de Cristo sentenció: «Si no conoces todavía la vida, ¿Cómo puede ser posible conocer la muerte?».

SENTENCIADOS EN LA MUERTE

Casi todos los filósofos y personajes griegos de la antigüedad tuvieron muertes extrañas. Draco, por ejemplo, era un legislador ateniense que murió asfixiado por la cantidad de capas y sombreros que le lanzaron en el teatro Agina, los ciudadanos agradecidos por sus diversas actuaciones.

El legislador Charandas estableció una Ley según la cual ninguna persona podía llevar armas a la Asamblea o, de lo contrario, sería ejecutada. Un día se fue de cacería y llegó al recinto con un cuchillo y al observar la mirada de los espectadores, determinó quitarse la vida.

Heráclito sufría de hidropesía y entonces determinó que el mejor remedio sería untarse de estiércol de vaca, así lo hizo, pero una jauría de canes lo devoraron.

Crisipo de Soli era un tipo chistoso y un día vio a un asno comiendo higos y entonces le dijo a su criado que le diera vino hasta emborracharse. Al ver al animal en sus piruetas beodas le produjo tanta risa que finalmente murió.

De la muerte nadie se escapa. El profesor Hugo Dogolpol llegó a Colombia huyendo del golpe de estado en Chile, al día siguiente, unos amigos lo llevaron a las minas de Zipaquirá. De regreso a Bogotá, cuando circulaba por la Autopista Norte, un tubo del acueducto explotó y golpeó al vehículo, quitándole la vida.

El 3 de septiembre del 2010, el violonchelista Mike Edwards integrante de la Electric Light Orchestra, salió a caminar por una planicie cuando una gigantesca bola de heno rodó hacia él y lo aplastó.

Ángela Isadora Duncan, bailarina y coreógrafa estadounidense, creadora de la danza moderna, perdió la vida el 14 de septiembre de 1927 cuando la bufanda que tenía puesta se enredó en la rueda del automóvil que conducía.

Al mecánico ruso Sergey Tuganov le encantaban las apuestas y en febrero del 2009 les hizo una apuesta por 4.300 dólares a dos mujeres, asegurándoles que tendría sexo con ellas por 12 horas continuas. Ingirió una buena cantidad de pastillas Viagra, ganó el envite, pero, falleció minutos después.

El 9 de julio de 1993 el abogado canadiense Garry Hoy, conocido por su muerte, estaba en el piso 24 con un grupo de estudiantes y les quiso demostrar cómo los vidrios del Toronto Dominion Center aguantan el uso y el abuso, se lanzó hacia ellos y en efecto no se quebraron, pero el marco se aflojó y hasta el fondo fue a dar.

Sus padres lo registraron en su partida de nacimiento como Thomas Lanier Williams II, pero fue conocido como Tenesse William. El destacado dramaturgo estadounidense fue encontrado el 25 de febrero de 1983 sin signos vitales. El forense dijo que murió atragantado con la tapa de un envase de gotas para los ojos, al tratar de abrirlo con los dientes.

Richard «Dick» Wertheim era juez de línea de tenis y el 10 de septiembre de 1983 vigilaba un partido, recibió un fuerte golpe allá abajo en lo más cuidado, perdió el equilibrio, cayó de la silla de vigilancia y zas, contra el pavimento.

El 10 de junio de 1940, leía un obituario con su nombre el activista político jamaiquino Marcus Garvey, le dieron dos ataques al corazón cuando observó que decía que moriría solo, quebrado e impopular.

Hans Steininger era famoso por tener la barba de casi un metro y medio. Un día de 1567 hubo un incendio y en la huida se le olvidó de enrollar los prolongados pelos, los pisó, perdió el equilibrio y se partió el cuello.

Los ejemplos podrían ser infinitos, pero tranquilo, amigo lector, aún le quedan muchos años de vida. La forma de su viaje al más allá, no la sabemos.

NOT Hans Staininger killed by his beard – Fake History HunterHans Steininger