Papa Francisco y Vladimir Putin presidente de Rusia.
Guillermo Romero Salamanca
Fue el clamor del Papa Francisco en su alocución luego del rezo del Ángelus en este mediodía del domingo 27 de febrero en la plaza de San Pedro.
«En los últimos días nos ha conmocionado algo trágico: la guerra», dijo al hacer alusión a la guerra que se vive entre Rusia y Ucrania en los últimos días.
Pero también pidió porque «no olvidemos las guerras en otras partes del mundo, como en Yemen, Siria, Etiopía…-, repito: ¡cállense las armas! Dios está con los pacificadores, no con los que usan la violencia. Porque quien ama la paz, como dice la Constitución italiana, «repudia la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de los demás pueblos y como medio de solución de los conflictos internacionales».
«Los que hacen la guerra, los que provocan la guerra, se olvidan de la humanidad. No parte del pueblo, no mira a la vida concreta del pueblo, sino que antepone a todo los intereses creados y el poder. Se encomienda a la lógica diabólica y perversa de las armas, que es lo más alejado de la voluntad de Dios, y se distancia del pueblo llano, que quiere la paz; y que en todo conflicto él es la verdadera víctima, que paga en su propia piel las locuras de la guerra. Pienso en los ancianos, en los que buscan refugio en estas horas, en las madres que huyen con sus hijos… Son hermanos para los que urge abrir corredores humanitarios y que hay que acoger», dijo también.
«En los últimos días nos ha conmocionado algo trágico: la guerra. Hemos rezado varias veces para que no se tome este camino. Y no dejamos de orar, al contrario, suplicamos a Dios más intensamente. Por eso renuevo mi invitación a todos a hacer del 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, un día de oración y ayuno por la paz en Ucrania. Un día para estar cerca del sufrimiento del pueblo ucraniano, para sentirnos hermanos y hermanas e implorar a Dios el fin de la guerra», agregó el Pontífice.
«¡Queridos hermanos y hermanas!
En los últimos días nos ha conmocionado algo trágico: la guerra. Hemos rezado varias veces para que no se tome este camino. Y no dejamos de orar, al contrario, suplicamos a Dios más intensamente. Por eso renuevo mi invitación a todos a hacer del 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, un día de oración y ayuno por la paz en Ucrania. Un día para estar cerca del sufrimiento del pueblo ucraniano, para sentirnos hermanos y hermanas e implorar a Dios el fin de la guerra.
Los que hacen la guerra, los que provocan la guerra, se olvidan de la humanidad. No parte del pueblo, no mira a la vida concreta del pueblo, sino que antepone a todo los intereses creados y el poder».