viernes 06 de septiembre de 2024 / ACTUALIZADO 09:19 PM
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Peligra: LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN INTERNET

Menos información es más control sobre los ciudadanos

 

 

 

Pablo Romero

En un contexto mundial de creciente tensión, polarización y desestabilización (crisis climática, económicas y sociales, guerras convencionales e híbridas, pandemias, desinformación) las diversas ‘censuras’ en las redes llegan poco a poco, capa a capa, a todos los rincones del mundo. También a las democracias más avanzadas. El peligro no es sólo que los Estados se vean tentados a imponer sus controles en internet, sino que el ágora digital, la plaza pública, es privada y está en manos de gigantescas compañías que han engordado en los últimos 15 años sin responsabilidad legal alguna.

Como se viene observando desde hace décadas, la mera existencia de internet como un espacio global, compartido, distribuido, transfronterizo y (en principio) libre se ve amenazada, especialmente, en tiempos de crisis. El siglo XXI comenzó con una interminable «guerra contra el terrorismo» que sirvió como excusa para empezar a regular, contener y supervisar el mayor espacio de libertad de expresión que el ser humano ha conocido en toda su historia. A partir de ahí, cualquier excusa es buena para intervenir.

Ese ansia de control por parte de los poderes tradicionales (políticos y también económicos) se está incrementando a medida que se acumulan las crisis globales, ante las que los Estados y las multinacionales reaccionan casi siempre en primer lugar cercenando las libertades públicas, especialmente el derecho a la libertad de información. Menos información es más control sobre los ciudadanos; menos transparencia es más docilidad social; menos libertades públicas es más poder para el que lo ejerce.

Mientras las democracias occidentales señalan con cierto aire de suficiencia la censura en países con un férreo control de la información en la red como China o Rusia (cuya invasión a Ucrania mantiene a Europa en una crisis energética sin precedentes), los ciudadanos de dichas democracias asisten sin apenas inmutarse a una creciente cesión de libertades en pos de una supuesta mayor seguridad, mientras un puñado de milmillonarios son los verdaderos gestores de lo que cada uno de nosotros vemos en nuestras pantallas.

El planeta reclama libertad de expresión en Internet

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