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Vereda El Remanso del Putumayo: MASACRE EN EL MARCO DE LOS FALSOS POSITIVOS

Las fotos, que hacen parte del expediente de la investigación  fueron analizadas por un experto forense. Su dictamen dice que la camisa de Brayan Santiago fue jalada. Asegura que las armas que se ven en la piraña fueron puestas. “La primera foto es la de la lancha. (…) Hay restos de pasto en las manchas de sangre. (Los impactos) no fueron con tiros de fusil. Los cuerpos fueron subidos a la lancha posteriormente a su asesinato. Al lado derecho se ven huellas de arrastre”. 

 

 

 

José Guarnizo de Vorágine, en alianza con Cambio y El Espectador, estuvo en la vereda El Remanso del Putumayo donde la Fuerza Pública realizó un operativo que terminó en masacre. El País de España se hizo presente en el lugar de los hechos . La prensa recoge la versión de la comunidad, quienes  afirman que fue una masacre en el marco de los falsos positivos que se siguen dando en Colombia con la complicidad de las autoridades. 

Testimonios

Ana María Sarrias duraría una hora y media desangrándose y esperando unos primeros auxilios que el Ejército nunca le proporcionó, ni por simple humanidad.

No la auxiliaron aún cuando los mismos soldados estuvieron disparando en el momento en que ella sintió el fogonazo en su pierna. No la ayudaron aún cuando Ana María era una mujer de 24 años con dos meses de embarazo, aún cuando no tenía nada qué ver con el conflicto. Una hora y media desangrándose duró.

El Pájaro, como apodan a un vecino suyo, hizo lo que pudo por socorrerla. La tomó de los brazos y la arrastró unos diez metros hasta la orilla del río Putumayo y se sumergió con ella buscando una lancha. Lo hizo porque Divier Hernández, el esposo de Ana María y presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Alto Remanso, le suplicó que intentara salvarla.

—Pájaro, ayúdeme, llévese a mi señora, tenga las llaves del bote —dijo Divier.

El problema es que alrededor llovían las balas y no se sabía hasta ese momento de dónde venían. Mujeres, niños, hombres, todos corrían de un lado al otro intentando resguardarse. El mismo Divier había estado con Ana María escondido detrás de una enorme palmera cuando la bala la alcanzó. Y fue entonces que El Pájaro llevó a Ana María hasta la orilla del río.

Antes de caer muerto con un disparo en la cabeza, es posible que Divier haya alcanzado a ver a su esposa irse cojeando, agarrada del vecino. Quizás no. El caso es que el presidente de la Junta de Acción Comunal quedó tendido boca arriba, con la cara destrozada, los brazos abiertos, su camiseta azul oscura cubriéndole su cuerpo robusto y el jean debajo de las botas pantaneras, según se puede ver en una fotografía que reposa en el expediente del caso.

Versión del Gobierno

28 de marzo, siendo las 4:35 de la tarde, el ministro de Defensa Diego Molano dio parte de lo sucedido indicando que habían «neutralizado a 9 criminales y capturado a 4 más en Puerto Leguizamo». Y agregó: «#ConTodasNuestrasFuerzas protegemos a Colombia de estos #SímbolosDelMal». Horas después el ministro dijo que eran once los disidentes dados de baja.

El presidente Iván Duque trinó diciendo que todos los muertos eran disidentes: «Continúa la ofensiva #SinTregua contra estructuras narcoterroristas en todas las regiones del país. En operaciones de nuestra Fuerza Pública. Se logró la neutralización de 11 integrante de disidencias de las FARC y la captura de cuatro criminales más en Puerto Leguizamo».

El Ejército ha defendido como legítima la operación. Hasta el momento el Estado no ha reconocido, al menos públicamente, que hubiesen caído civiles. La versión oficial indica que el 28 marzo se llevó a cabo una acción conjunta entre Ejército, Armada y Fuerza Aérea que tenía como objetivo ubicar a Carlos Emilio Loaiza Quiñonez, alias ‘Bruno’, y a otro hombre conocido como ‘Managua’, jefes del Frente 48 de las disidencias, que también son llamados Comandos de la Frontera. Se trata de un grupo de disidencias mezclado con ex paramilitares que se dedica al narcotráfico y que se disputa el bajo y el medio Putumayo con el frente Carolina Ramírez, también disidentes de las FARC. Un informe de la Fiscalía dice que en el operativo participaron inicialmente diez militares, entre los que había un francotirador, y que luego, por vía aérea y fluvial, recibieron el apoyo de 40 militares más.

El abogado Antonio Varón Mejía, experto en DIH y profesor de la Universidad del Rosario, dice que por la dimensión del bazar, el Ejército debió ponderar el principio de humanidad sobre el militar, más si solo iban por dos cabecillas. «El principio de proporcionalidad no está claro porque había alta movilidad humana y debieron limitar el operativo. Las posibilidades de que se convirtiera en un ataque directo a los civiles eran muy altas».

Versión de los habitantes

«Uno que era supuestamente de las FARC se acercó al helicóptero y le entregaron un bolso (…) y un uniforme, y se lo colocó por encima de la otra ropa. Ellos se secretearon ahí, y nos dimos cuenta del montaje», dice otra mujer.

Esta versión de varios de los habitantes de la vereda indicaría que el Ejército se habría valido de esta estrategia para introducir el escenario de un combate, de modo que los soldados después pudieran defenderse y accionar sus armas. En un video grabado desde adentro de una de las casas de la vereda se pueden ver dos hombres en posición de arrastre, disparando con fusiles, vestidos de la manera en que la comunidad describe a los supuestos soldados vestidos de guerrilleros. La Fiscalía deberá evaluar la veracidad de estas.

Los 11 millones de pesos que Divier había recaudado de la venta de la comida se los llevaron los militares. Algunos habitantes con los que hablamos dicen que también se apoderaron de teléfonos celulares y licor que había quedado de la fiesta. Aseguran que también los insultaron. «Nos trataron mal, nos decían, «todo esto es culpa de ustedes, ¿quieren seguir bailando?» Vayan que todavía queda cervecita», relata una mujer.

Hay fotos que indicarían que el Ejército hizo movimientos de cuerpos en la escena de los hechos antes de que llegara el CTI.

Panduro falleció desangrado, sin recibir primeros auxilios. Era un líder del pueblo Kichwa. Cuando muere una autoridad indígena se van de paso siglos de conocimientos ancestrales, porque no es en los libros donde queda consignada la sabiduría indígena sino en la tradición oral. Panduro les enseñaba a los niños el quechua, su lengua materna. Será difícil que el Ejército intente hacer pasar a Panduro como guerrillero. El gobernador nunca empuñó un arma, y de ello hay infinidad de testimonios.

Mientras el gobernador Panduro agonizaba, en otro punto del caserío caía muerto un menor de edad llamado Brayan Santiago Pama. 16 años tenía. Varios testigos coinciden en decir que el niño intentó socorrer a un herido cuando recibió el primer disparo. Se desplomó cerca de la orilla del río. Será imposible que a la gente se le borre de la memoria el momento en que Rodolfo Pama, padre de Brayan Santiago, corrió hasta donde estaba el cuerpo tendido de su hijo y comenzó a decirle, desesperado, «abra los ojos, papito, levántese».

Hay un tema del que poco o nada se ha hablado tras el operativo y tiene que ver con las personas que la comunidad reporta como desaparecidas. Dicen que no saben del paradero de cinco conocidos: Diego Delgado Hernández, Brayan Stiven Salazar Rodríguez, Andrés Felipe Chalarca, Juan Antonio Rebolledo y su hijo de 8 años. Hay denuncias en la Fiscalía por estas desapariciones.

Panduro falleció desangrado, sin recibir primeros auxilios. Era un líder del pueblo Kichwa. Cuando muere una autoridad indígena se van de paso siglos de conocimientos ancestrales, porque no es en los libros donde queda consignada la sabiduría indígena sino en la tradición oral. Panduro les enseñaba a los niños el quechua, su lengua materna.

—Pájaro, me voy a morir, ya no aguanto, qué tristeza, Divier está muerto, yo vi cuando le dispararon, ya está muerto el papá de mis hijos, yo no los puedo dejar solos —decía ella. Se refería a Dainara Hernández Sarrias, de 6 años. Y a Kaleth Hernandez Sarrias, de dos añitos.