Opinión, TOP

EL BINOMIO ESTA DE FIESTA

Vicks VapoRub

 

David Turbay Turbay

Pertenezco a la era del Menticol, del Vicks VapoRub, del Merthiolate y del Baycuten, remedios infalibles. Una sociedad sana, se curaba de sus males con estos cuatro curativos. Hoy consumo una decena de medicamentos. Por la mañana y al anochecer.

No consumo alcohol, ni narcóticos de tipo alguno. Mi vicio es leer y mi compromiso iluminar. Tengo en mi cuarto dos óleos preciosos. Uno con la figura de mi madre, Julia Turbay, y el otro con la de mi padre, David Turbay Turbay. Tengo tres Turbay seguidos en mi registro. No nací mongólico de vainas, a veces pienso.

Y cada mañana, al despertarme les oro. Les ratifico mi lealtad a su ejemplo. Mi devoción por sus luchas. Mi compromiso con la sociedad que soñaron.

Hoy están de aniversario matrimonial. Seis hermanos fueron su legado para el mundo. Se fueron pronto, cuando más los necesitábamos. Pero a diario su recuerdo nos hace sentirlos vivos. Lucha, lucha, lucha, es su mandato para mí. Y lo hago con renovadas fuerzas, con un espíritu guerrero y leal, exótico en un mundo donde todo se contemporiza.

No nací para cruzarme de brazos. No nací para callar cuando mucho debe conocerse. No nací para sepultar valores, ni para vivir los derechos fundamentales con ojos de indolencia. A mi padre, lo escucho en la mecedora del pasado, en sus audiencias penales en Montería, defendiendo la justicia. Lo oigo con sus intervenciones en el Congreso, en la Comisión Primera y las plenarias. Vivo su despertar madrugador luchando por la aprobación de la Universidad Piloto de
Colombia que rectoraba.

Necesito, hoy con mayor razón, sus consejos que le daban rumbo, a veces corrector a mi existencia. Añoro su grupo Canoa, sus anécdotas de vida, con trascendentes enseñanzas. Lo recuerdo con Hernando Taylor, José María Imbett, Aisor Arana, José Félix García y Vicente Blel, dialogando por lo bueno. Lo recuerdo con sus hermanos, con su entrañable Domingo Turbay, solidificando la unidad de la familia. Me enseñó que los imperios que se dividen fracasan.

Y recuerdo a mi madre. Su amor por la Virgen de las Mercedes. La reina de los estudiantes de Colombia, la lectora infatigable de la literatura francesa, la luchadora por un mundo mejor en el imperio del espíritu. Cuando hablo de ella, tengo que hablar de Sincelejo. De sus luchas por ser un destino mayor. Tengo que hablar de Tolú y de Coveñas, paraísos terrenales, del Carmen de Bolívar tierra de mi padre. Y de Carmen Teresa Rosa de Fadul, Fauzi Feris, Josefa Urueta, Carmencita. Quessep, Nicolás Chadid, y de los Guerra Tulena, sus coterráneos adorados. Se llenan de lágrimas mis ojos.

Todos la recuerdan con gratitud. Era un faro inteligente que determinaba rumbos. Partió muy pronto. Un cáncer mortal privó al mundo de sus luces infinitas.

A ambos les prometí lo que no estaba en mis manos garantizarles. Pero a pesar de todo, con salud deteriorada, sigo vivo y luchador. El sueño está intacto, y mi formación crece y crece. La vida me ha permitido conocer el perverso mundo. Y enfrentarme a él.

Eso del lawfare que denuncia el Papa Francisco acontece, ahora es notorio y censurable como poco.
Pero hoy no quiero escribir sobre eso. Hoy es un día de recuerdos gratos que como soles iluminan.
En El Carmen recuerdan a mi madre. Allá le pusieron su nombre a su estadio de fútbol, el único en
el mundo que honra la lucha de una mujer al servicio de la mejor juventud. Allá le pusieron su nombre al aula máxima del Instituto Técnico Industrial.

Sincelejo le debe un homenaje. Su primera bachiller. Sus apoyos para que el Colegio de las Mercedes
fuera el mejor de su nativa Sincelejo. Sus luchas solidarias por las bellas artes. Oírla interpretar su piano era convocante. Me compuso mi primera canción. Hoy todos sus nietos la cantan como propia y sus biznietos.

La Madre Amalia, si volviera a nacer, la recordaría como una grande luchadora, como su socia de sueños por la educación con valores, con Dios y con su Virgen. Yo soy mi padre y sus banderas. Soy su liberalismo luchador. Soy su compromiso con la justicia social. Soy el guerrero indomable que no claudica.

Hoy me he puesto de pie en frente de sus dos óleos. Y los he aplaudido. Pasan los años, y sigue viva,
con magnetismo convocante, la pedagogía de su recuerdo.

Menticol