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EL BINOMIO DE ORO

«Sueño con el binomio de oro, los dos magistrados que sentenciarán constitucionalmente mi causa»

 

 

David Turbay Turbay

Desde la madrugada estoy activo. Escribí una nota seria sobre mi único hermano varón. Le debo otras a mis cuatro hermanas, bellas por fuera y por dentro, que han estado conmigo en todos los momentos de mi vida, en especial los del inmerecido sufrimiento. Pronto la haré. Quedamos huérfanos desde muy temprana edad. Contamos con un padre que fue papá y mama, y ello ha permitido que seamos un contingente humano muy solidario.

Confieso que no puedo dormir como quisiera. Los sobresaltos en mi cama son de iterada ocurrencia. Me estoy jugando la vida, y el respeto por lo que ella ha sido, la cultora de los procederes rectos. Y el país lo sabe y siento su respaldo que me enorgullece.

Ya faltan pocos días. Sueño con el binomio de oro, los dos magistrados que sentenciarán constitucionalmente mi causa, que espero proteja y rehabilite mis derechos fundamentales.  Un jurista a quien aprecio, me dijo que me sentía ilusionado. Y le dije que no era así, que lo mío no era una ilusión, sino una esperanza.

Y le recordé lo que he dicho en todo momento. He afirmado que estoy preparado para lo peor, pero que espero lo mejor. Que el binomio de oro, le cante a la verdad, a la compasión, a la justicia verdadera, es mi mayor esperanza.

Me he refugiado estos días en mi familia. En mis hijos y nietos. En mis hermanos, sus hijos, y en mis primos hermanos sin excepciones.

He recordado a mis tíos, siempre con gratitud. He recordado a mi tío Abel, entregándome el bastón de la familia. Y todo ello redobla mis fuerzas, me agiganta para la batalla.

Y el calor humano de cientos de amigos que me llaman o escriben respaldando mi argumentación, que es seria, que está respaldada en decisiones judiciales en cada una de mis afirmaciones, me hace sentir un guerrero de la esperanza, lo repito. Espero que en el país haya mayor justicia y no tan solo jurisdicción.

Sin soberbia ni arrogancia, debo decirle al mundo, que yo nací para las batallas grandes, las que tienen como motor de embate ideales supremos. Desde niño crecí con la esperanza de poder ser Presidente. Pero para servirle a la justicia social, como el mejor de los soldados. Y el impulso formativo para ello, me lo inculcaron siempre mis padres. De ellos aprendí a que nada estaba por encima de la Patria, ni las ambiciones, ni los apetitos ni las venganzas que muchas veces reclama el alma atormentada de los débiles.

Yo era quizá un alumno de alto rendimiento intelectual, para llamarlo de alguna manera. Y mi hermano, inteligente como el que más, no siempre registraba las mejores notas. Estudiaba con Olimpo Oliver y el Bayo Espinosa, y yo era el acudiente de los tres. Y la tripleta en veces era díscola y debía a sus sueños mejores esfuerzos.

Y llegaban las calificaciones y si bien no eran malas no eran las sobresalientes que todos queríamos registrar para ellos.

Mi madre llamó a  José Félix, y con dulzura, le dijo que eso no podía seguir. Que debía dar sus mejores esfuerzos. Que el deporte y la buena música parrandera, debían pasar a un segundo plano, que debía estudiar a los clásicos, que la literatura era una fuente de preparación sublime de los hombres.

Y José Félix, callado registraba la reprimenda maternal.

Pero mamá, fue más a fondo. Me metió a mí en el baile de la reprimenda. Y le dijo. Mire la excelencia académica de su hermano David. Y concluyó soñando: Al ritmo que va su hermano será Presidente.

Y tú, qué?

Y José Félix, infló su pecho, y le respondió: Nada menos que el único hermano del Señor Presidente!!

Y la hilaridad se apoderó del recinto. Mamá lo abrazo, y le dijo, ven, dame un beso, hijo bello.

No sé qué me depare el destino. Dios sabe lo que para mí tiene  preparado. Y solo él. De momento espero que el mencionado Binomio de Oro, tenga buena voz, y le cante claro a los colombianos, que la Patria sí tiene Justicia, y que los derechos humanos no son letra muerta.

 A esperar. Son sólo cinco días los que restan. Si la determinación judicial llegare a favorecerme, seré pleno de alegrías. Si no fuere así, a seguir batallando. Tarde que temprano habrá la merecida victoria justiciera!!

Que venga la aplanadora de Oñate, y marque definitivamente mi destino. Que nutra o sepulte los sueños del guerrero.