Opinión, TOP

EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO (I)

El conflicto interno de Colombia llegó hasta un holocausto 

 

 

 

 

Hernán Alejandro Olano García 

Toda sociedad, animada por el designio de afirmarse positivamente en el devenir histórico, requiere, en términos absolutos, de estricta organización, vale decir de un complejo de normas con capacidad suficiente para orientar la actividad de las diferentes personas (naturales y jurídicas) que integran el tejido comunitario de la nación. Sin una disciplina prestablecida de carácter normativo, los conflictos de intereses contrapuestos estarían sometidos cada vez más a la ley del más fuerte, con riesgo de profundos quebrantos en los ordenamientos de la justicia. La hipótesis de cualquier comunidad refractaria a una estricta organización jurídica estaría hoy más que nunca fuera de la realidad: Ubi societas ibi jus (donde hay sociedad hay derecho).

Por otra parte, el ordenamiento jurídico que tutela los distintos intereses que entran en juego en el ámbito de toda sociedad, es instrumento y no fin. Fenómeno eminentemente social, el ordenamiento jurídico bien orientado tiende a garantizar el objetivo considerable de la convivencia humana lo mismo que el desarrollo integral de la respectiva comunidad, canalizando el quehacer de todos sus miembros mediante normas y prospectos que determinan cuáles actos u omisiones son jurídicamente relevantes, qué áreas corresponden a la autonomía privada dentro de los confines de lo lícito, y de qué manera se deben armonizar los intereses en conflicto o subordinar los intereses individuales a los que poseen auténtica significación social.

En relación con los conflictos, el filósofo Nicolás Gómez Dávila, en sus famosos «Escolios», se refiere a ellos en estos términos:

  • Los conflictos rara vez estallan a propósito de las verdaderas discrepancias.
  • Los conflictos sociales, en una sociedad sana, se plantean entre sectores funcionales, en una sociedad enferma entre estratos económicos.

Cada una de las ciudades tenía su propia idiosincrasia, como lo señalaba el historiador y militar ateniense Tucídides, quien consideraba el factor humano como el fundamento de la racionalidad de la historia y quien, enviado con un ejército a Anfípolis para adelantarse y enfrentarse a una ofensiva de espartanos, llega demasiado tarde, por lo cual es destituido y desterrado. Sólo puede regresar a Atenas tras el final de la guerra, que va a describir en su Historia de las Guerras del Peloponeso, conflicto militar de la Antigua Grecia.

Muchos de los ideales políticos modernos como la justicia, la libertad, el régimen constitucional y el respeto al derecho, nacieron de las instituciones de la Ciudad-Estado, aunque esa institución griega fuese tan diferente de lo que es hoy el Estado moderno.

Una serie de conflictos entre el imperio Aqueménida de Persia (que se extendió por los territorios de los actuales estados de Irán, Irak, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, Turquía, Chipre, Siria, Líbano, Israel y Egipto) y las ciudades-estado helénicas dieron lugar a un conflicto que se extendería por cincuenta años, destinadas a lograr la hegemonía de la región. En el 490 a.C. comenzaron las Guerras Médicas, nombre que provino del uso que los griegos hacían de la palabra «medos» para referirse a los persas, quienes intentaron someter a las ciudades griegas de la costa de Anatolia y privarlas del control de los mares y estrechos por donde practicaban su lucrativo comercio.