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Líderes Grancolombianos: MARTHA ELISA MONSALVE CUELLAR, ACADEMICA

Martha Elisa Monsalve Cuéllar, Presidenta del Instituto Latinoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y. Arturo Martínez y González, abogado patronal.

 

 

Gerney Ríos González 

En 1965 no era el caso que una mujer de la provincia, pereirana, joven, separada, con dos hijos buscará hacer realidad el sueño de ser abogada y con la oportunidad de tener garantizado el trabajo en un colegio militar como profesora de inglés, reto asumido en enero de ese año.

Habían cerrado las inscripciones en las universidades y los cupos difíciles de encontrar especialmente para la carrera de Derecho que anhelaba cursar. Con su tenacidad, acudió a la Universidad La Gran Colombia donde compañeros de trabajo del colegio habían ingresado el año anterior, historia contada en marzo de 1977, cuando por sugerencia de los dirigentes sindicales, Jorge Carrillo Rojas, Tulio Enrique Cuevas Romero y Aníbal Acosta Mozo, la entrevisté en la fábrica de Vanytex, empresa de textiles, ubicada en el barrio Eduardo Santos, donde desempeñaba el cargo de directora de relaciones industriales. El tema a tratar, analizar el Convenio Simón Rodríguez, regulador de los asuntos laborales en los países integrantes del Grupo Andino.

Con Martha Elisa, una mujer de «armas tomar», con el pasar de los años consolidamos una amistad a través de la academia y las actividades gremiales. Los cargos ocupados le generaban opinión y grandes responsabilidades verbigracia, en la jefatura de relaciones industriales de Isatex y la inspección de relaciones colectivas del Ministerio de Trabajo.

En su permanente formación académica destacan, la especialización en derecho laboral en Instagrup de Israel, con postgrados en normas internacionales de la Universidad de Zaragoza; derecho al trabajo y seguridad social en las Universidades de Turín y Bologna; negociaciones colectivas, relaciones laborales y derecho ambiental de la Universidad de Castilla – La Mancha. Su histórica vocación grancolombiana está enmarcada en el presente diálogo.

¿Cuál fue su primer paso para acceder a la Universidad La Gran Colombia?

Entrevistarme con  Mario Franco, rector de la época a sabiendas que las posibilidades de ingreso eran mínimas. No obstante, con su gentileza proverbial preguntó a qué me había dedicado en los últimos años. Respondí, estudiar, prepararme para la docencia a partir de mi separación y tratar de crecer en mi formación académica.

Nunca olvidaré el momento en que sin examen de admisión puso su confianza en mí, firmó la orden de matrícula y además consultó si tenía «platica» para pagarla. Le respondí que no toda, porque uno de los retos era sufragar mis estudios, a pesar del ofrecimiento de mi padre, también abogado. Autorizó cancelar en dos contados

¿Cómo transcurrieron sus años de universidad hasta graduarse?

Éramos nueve mujeres entre 70 estudiantes nocturnos y algunos de los ilustres y extraordinarios profesores no tenían fe en nosotras y por supuesto exigían bastante, pues la mujer en la Universidad no era común. Sin embargo, con todas las dificultades de ser madre y cumplir con los deberes frente a mis hijos, trabajadora y estudiante nocturna, superé todos los obstáculos y logré graduarme a los 3 meses de haber terminado, precisamente en 1969, año de la única huelga que ha afrontado nuestra UGC.

¿Cuáles sus primeros pasos después de obtener su título en la UGC?

Recién graduada como Doctora en Derecho y Ciencias Políticas para ejercer la abogacía, fui nombrada Inspectora en el Ministerio de Trabajo sin haber hecho solicitud alguna. Un discípulo que tuve en Pereira designado por el ministro Jorge Mario Eastman Vélez, quien recordó a su profesora cuando supo que se había hecho abogada, me recomendó al ministro. La comunicación llegó a mi padre en Pereira porque yo no había presentado ninguna petición en esas dependencias, cuando cursaba la especialización como Defensora de Menores, que terminé antes de posesionarme en la Cartera de asuntos laborales.

¿Y en materia laboral?

El paso por el Ministerio como Inspectora de Relaciones Colectivas reafirmó mi vocación de laboralista, reto asumido cuando Francisco Camacho Amaya, profesor de Derecho Laboral al ser designado Magistrado de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia, me eligió por ser su alumna con la mejor capacidad de síntesis que había conocido y reemplazarlo en la columna Con Usted de El Tiempo que regenté durante 24 años, absolviendo en breves renglones, consultas de derecho laboral y de seguridad social con el apoyo de doña Carolina de Acero, encargada de enviarme el material; mi trabajo favorito para el fin de semana. Amé esa labor ad honorem porque permitió prestar un gran servicio social y además una disciplina de estudio a toda prueba. Doña Carolina se pensionó y la columna feneció.

¿Y sus vínculos con la Universidad La Gran Colombia?

Mi gratitud y apego a la UGC han hecho que, durante tres periodos en estos lustros, con altibajos por muchas circunstancias, han permanecido. Invitada por la Escuela de Policía General Santander, dicté clases de derecho laboral a cursos de ascenso de tenientes a capitanes y de capitanes a mayores

¿Cuándo regresa a su Alma Mater?

Entre tantas cosas realizadas en la vida con el espíritu de superación y estudio que me caracteriza, me hice oficial de reserva y allí conocí a quien llegó a la vicerrectoría académica de la Universidad, quien sabía de mis contactos internacionales y la participación como Consejera Técnica Asesora del sector empleador en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde 1989 y me estimuló a colaborar en la internacionalización e investigación de la UGC. Recibí encantada esa invitación y con dedicación organicé congresos internacionales; vamos en el número 11 y celebró convenios con universidades de distintas naciones, pletórica de devoción y gratitud para la institución.

¿Cómo mira el futuro de la Universidad La Gran Colombia desde su visión y experiencia?

Estoy convencida de la importante función geosocioeconómico y el impacto que tenemos en la vida nacional e internacional y con tan inmejorable comandancia del jurista Marco Tulio Calderón Peñalosa, por primera un grancolombiano asumió la rectoría. Hemos potencializado el concepto de calidad y liderazgo. Contamos con profesionales muy reconocidos en altas posiciones, egresados de nuestra Universidad que constituyen un orgullo para la comunidad académica. «Ningún puente o edificio construido por un profesional de la divisa verde se ha caído», subraya la catedrática Martha Monsalve.

¿Dónde radica el éxito de los Grancolombianos?

Somos producto de la lucha constante y el deseo de crecer como personas y profesionales. Las realizaciones logradas se aprecian y ameritan, además, exaltan la fe en nosotros mismos y el valor de lo que podemos alcanzar. Somos educados con valores éticos y morales, existe respeto por el otro y por sus creencias, ideas y propias elecciones. Señalamos el camino sin obligar y educamos con el ejemplo los que tenemos el privilegio de ser docentes y recibir la compensación del significado de enseñar. Hay un gran sentido de pertenencia y pertinencia en todas las esferas y durante estos años de la nueva administración, ese sentimiento se ha acrecentado. Usted Gerney lo predica: «Los grancolombianos, pensamos como personas de acción y actuamos como personas de pensamiento, construyendo tejido social».

«Somos producto de la lucha constante y el deseo de crecer como personas y profesionales»