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Nacional, un papelón: MILLONARIOS, UN CAMPEÓN

Millonarios campeón, porque fue un equipo diferente.

 

 

Esteban Jaramillo Osorio

 En época de algoritmos, que meten miedo porque amenazan con predecir los resultados, Millonarios es campeón del fútbol colombiano con respeto a la meritocracia, a la lógica y a la justicia.

 Y no lo es por un penalti detenido por Montero, o uno anotado por Larry Vásquez, con la rabia del desahogo.

Tampoco por su reacción en el segundo tiempo, en la gran final carente de fútbol, cuando relevó jugadores, funcionamiento y fuerza testicular, para remontar el resultado.

 O por el pizarrón de Gamero, muy lúcido, cuando Nacional, con un tiro a la portería y un gol a su favor, se balanceaba al borde del abismo, desdibujando con su planteamiento a sus jugadores.

 Tan inofensivo, como caperucita roja frente a un lobo feroz que lo arrollaba.

 Es campeón Millonarios por su campaña, por el respaldo a un proceso, el apoyo a su entrenador, Gamero, a quien muchos desahuciaron en torneos anteriores, porque se acercaba al título y no lo conseguía, como si ser campeón fuera tarea fácil y no acarrea tantos sufrimientos.

 Gamero, fiel siempre a su estilo, con respeto a la estética y a sus futbolistas.

 Jugó bien el torneo Millonarios, a pesar de los desfallecimientos temporales, que no menguaron su rendimiento. Entre sus figuras está Macalister, un bailarín con la pelota, cuyo fútbol no se marchita a pesar del paso de los años.

Tan influyente desde su discurso, la sutileza de su juego, sus pases milimétricos y su imán para atraer la pelota e incidir con ella.

 Cataño con gambeta y pase. Socio de todos, con habilidad para encontrar espacios, fabricarlos o recrearse en ellos, como gestor de juego.

En tarea de Reparto Llinás, con su empuje y su indeclinable espíritu, Montero con sus atrapadas memorables, Oscar Cortés, punta de lanza de los juveniles en el relevo generacional con Paredes, Quiñones y Beckham Castro. Vargas con su sobriedad y el grupo alternativo que no bajó la nota no desentonó en la exigencia.

Papelón el de Nacional. Su técnico Autori, bocazas e impertinente, montó un show que desconcertó a sus jugadores. Se equivocó en las sustituciones, quemó tiempo, enredó al árbitro y esperó, con nómina de lujo inexplotada, la lotería de los penaltis.

No puede aspirar a un título un equipo tan discreto a pesar de la importancia de su portero Mier y de la calidad de Pabón, ambos con su esfuerzo y sin respaldo.

 Fútbol sin picante, sin violencia, sin amenazas y muertes como en el pasado. Con el corazón fuera de lugar entre los hinchas. Triunfo de Millonarios con olor a revancha, porque un título se celebra, especialmente, cuando el rival es el más encarnizado del torneo.

 Millonarios campeón, porque fue un equipo diferente.