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«El Panóptico»: EXPERIENCIA Y EDUCACIÓN

Educación 

 

 

 

Jhonny Alexis Lizcano L.

Ahora que se discute la necesidad – por encima de todo – de refrendar el Sistema Educativo Colombiano. Para darle un verdadero sentido a la educación como transformadora de cambio e inclusión social. Sumado al tentativo Acuerdo de Paz, entre el gobierno colombiano y la guerrilla del ELN. Resulta más que pertinente – necesario – , reflexionar sobre el tipo de educación que necesita Colombia. Para garantizar no solo la consolidación del acuerdo. Sino con ello, el tránsito o cambio de un nuevo modelo educativo nacional de cara al postconflicto.

En ese sentido, es imperativo hacer memoria de los postulados teóricos y conceptuales que en su momento planteó el pragmatista, reformista y progresista norteamericano John Dewey, en su libro sobre Democracia y Educación publicado en 1916. Y que a criterio del propio autor, representó su principal obra filosófica. De igual manera, es acertado recapitular la fuerza de su pensamiento pedagógico y capacidad intelectual, para debatir y cuestionar el lugar que ocupa la educación en la sociedad como transformadora de cambio. También entendida desde Dewey, como la dimensión fundamental de la vida humana. Expresada rigurosamente en su libro Experiencia y Educación, publicado en 1938. En el que manifiesta todo su poder y reflexión sobre las prácticas pedagógicas del movimiento de la educación progresista.

Otro aspecto a considerar, es el impacto y apropiación de su discurso. Que en algunos escenarios educativos era comúnmente recortado y muchas veces distorsionado. Un ejemplo de ello, es el concepto de: «aprender haciendo». Lo cual se constituye como una notoria simplificación o reducción de sus concepciones. De igual manera sucedió con su dimensión metodológica, que generalmente era aislada de sus representaciones filosóficas.

De otro lado, es importante destacar y dimensionar la influencia de su pensamiento y reconocer el impacto de sus postulados en el plano social y político. Y sobre todo, en la praxis pedagógica y didáctica en el modelo de escuela que se configuró a principios del siglo en el escenario colombiano. Y a su vez, cómo podría su discurso re-contextualizarse para el actual contexto que vive el país, en pro de garantizar una deseable y anhelada democratización de la educación.

Es así como podríamos señalar que Para Dewey, la pedagogía no fue una preocupación secundaria. «Es el lugar donde se pone a prueba las concepciones filosóficas». Y no solo por el enorme tamaño de su obra pedagógica, sino por el lugar central que ocupa dentro de su pensamiento.

Es por ello que Dewey, se convierte en el máximo representante o exponente de la pedagogía crítica, por su valiosa contribución en sustraer de la filosofía las concepciones fundamentales para entender y comprender la dimensión o fuerza del acto pedagógico. Como baluarte supremo de la educación.

«Si estamos dispuestos a concebir la educación como el proceso de formar disposiciones fundamentales, tanto intelectuales como emocionales, hacia la naturaleza y hacia los demás, la filosofía puede ser definida como la teoría general de la educación. Si una filosofía va a dejar de ser simbólica, su valoración de la experiencia pasada y su programa de valores, deben tener consecuencias sobre la conducta», afirmaba el autor con vehemencia.

Lo anterior, se conecta diametralmente con el legado histórico y social que en Colombia ha tenido la educación, como garante de la continuidad represiva. O en su defecto, como alternativa de transformación y de reivindicación sociocultural.

Un ejemplo de ello, fue la Escolástica en el periodo de la Colonia, cuyo objeto fue la colonización y emancipación de las comunidades indígenas y de los mismos criollos (hijos de españoles nacidos en América). Los cuales fueron adoctrinados por la iglesia católica para preservar su legado ideológico y régimen Absolutista, en el nuevo continente.

Similar circunstancia aconteció durante el periodo de la independencia entre 1810 y 1819. Se instaló una cierta autonomía provincial en rechazo al centralismo dominante de la época. Facilitando de esta manera la creación de estatutos constitucionales por parte de las provincias, para la aplicación de la enseñanza de las ciencias y las artes. Conforme a las demandas y requerimientos de las regiones. Generando de esta manera una potestad o autonomía «a medias». Pues era imperativo, preservar un plan curricular común, caracterizador por: la lectura, la escritura, los dibujos geométricos, la doctrina cristiana y el civismo. Así como las ramas de la ciencia: la agricultura, la industria, los oficios, las fábricas, las artes y el comercio. Con el apoyo de las bibliotecas públicas.

Asimismo, fue notorio también la coartación a la libertad y al desarrollo autónomo del acto educativo y pedagógico, que predominaba en la época por parte de los maestros o instructores sobre el educando. Incorporando en sus prácticas de manera reiterada la Discontinuidad entre los actos educativos. Controlando la distribución de los tiempos en la escuela (horario de clase), las asignaturas. Y de cierta manera, el tipo de gobierno escolar que se impuso como sistema educativo.

Ya en 1830, se introduce la educación técnica con la aparición del modelo de escuela de Enseñanza Mutua. Y con ello, se incorpora la organización metódica del plan de estudios y se crean las escuelas primarias y secundarias de enseñanza mutua, con el sistema pedagógico lancasteriano. A su vez, se constituye y crea la instrucción pública y se institucionaliza la formación del maestro, como disciplina profesional de carácter social.

En lo concerniente a la formación o preparación del maestro, éste dependía estrictamente de la instrucción, el control y la vigilancia. Apoyado claro está, en los métodos cientificistas y técnicos de la época. Asunto que a criterio de Dewey, podría examinarse como conceptos centrales de la práctica pedagógica: la experiencia educativa, el método de aprendizaje, la función del maestro y el gobierno escolar.

En ese sentido debemos recordar que para Dewey, la experiencia, no significaba lo que representaba para los empiristas británicos. Simplemente lo percibido por los sentidos, como tampoco tendría la acepción que se le da en el lenguaje común, de «todo aquello que nos sucede». Para Dewey, «la experiencia constituye la totalidad de las relaciones del individuo con su ambiente».  Por consiguiente, el modelo de formación de maestros y educadores de la época durante el periodo de la Gran Colombia, desvirtuaba dicho postulado. Y por el contrario, insistía en la acción de control, supervisión y disciplina. Como principio de autorregulación y supervisión al estudiante. Dando un precario o nulo interés a la autonomía del educador. Cercenando la intelectualidad y la reflexión crítica del maestro, como pilares de la educación y la formación individual y social.

Asuntos que hoy en día parecen estar nuevamente en auge o en moda, por el sistema educativo colombiano en todos sus niveles de formación (básica, media y superior). La pregunta entonces es obvia. ¿Será posible la trasformación social y económica del país, si continuamos con un sistema educativo anclado en el dogmatismo. Desconociendo las realidades y experiencias educativas de los territorios excluidos y marginados en Colombia?