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PEDAGOGÍA HEDONISTA

Hedonismo

 

 

 

Hernán Alejandro Olano García

El hedonismo confunde el placer con la felicidad y trasgrede la paz de conciencia, pues únicamente tiene por fin de la existencia humana el placer, que hace incompleta el orden de la esencia del ser.

Hace treinta años, el exministro de educación Octavio Arizmendi Posada, se refería a las características de una educación integral, que lógicamente va en contra de la pedagogía hedonista, pues consta de varias características mucho más estrictas. Así, la educación integral debe ser: i) Intelectual: científica, humanista, religiosa y laboral; ii) De la voluntad: educación ética y moral; iii) De la sensibilidad y de la imaginación: educación creativa y estética; iv) Cívico-social: virtudes y valores sociales, instituciones sociales y políticas, etc.; v) Del entendimiento: filosofía, dialéctica, retórica y perfección de la voluntad por la virtud y, vi) Educación físico-deportiva, mediante las artes marciales y el deporte.

Veinte años después, Arizmendi (Arizmendi: 2014, 18-19), hablaba de otras formas de perfeccionamiento: de la inteligencia, de la vida espiritual, de la sociabilidad, del sentido estético y, del cuerpo: «i) El perfeccionamiento de la inteligencia supone el desarrollo de hábitos o virtudes intelectuales y de conocimientos suficientes en las diversas esferas del saber, amén de conocimientos profundos de la ciencia o profesión elegida como vocación personal. El perfeccionamiento de la voluntad supone el conocimiento de los criterios de distinción entre el bien y el mal; el conocimiento fundado de las normas de la ley moral que provee las pautas para el ejercicio responsable de la libertad y el desarrollo de las virtudes morales, principalmente de las que deben caracterizar a un verdadero universitario; ii) El perfeccionamiento de la vida espiritual supone el conocimiento profundo de la propia fe religiosa, si se tiene, y el desarrollo de la vida espiritual, es decir, de la relación del hombre con Dios en tal forma que dicha relación dé sentido al quehacer ordinario, a la vida en sociedad, es decir, que permita construir una unidad de vida, esto es, una coherencia entre principios y conducta; iii) El perfeccionamiento de la sociabilidad supone el desarrollo de las virtudes sociales, es decir, las que deben regular las relaciones con las demás personas y con las comunidades a las que cada uno pertenece; iv) El perfeccionamiento del sentido estético implica la recta apreciación de la belleza en la naturaleza y en el arte, conocer el desarrollo artístico a lo largo de la historia y ser capaz de dar expresión a las aptitudes artísticas si se tienen, aunque no sean las bellas artes el campo de su formación profesional; y, v) El perfeccionamiento corporal implica adquirir los conocimientos y los hábitos para la protección de la salud, la oportunidad de adquirir destrezas y habilidades físicas y de expresión corporal como las que se desarrollan a través del deporte, la gimnasia, el teatro, la danza, etcétera».

Lógicamente, la educación integral, comprende de igual forma la personalización del proceso educativo, sin el cual, no es posible lograr la excelencia, ni lo que es común a la naturaleza humana del estudiante: sensibilidad, sociabilidad, voluntad, inteligencia, moralidad, corporeidad y, así no se posean prácticas religiosas, la espiritualidad, que es la trascendencia digna del ser y que lleva al ideal de la perfección humana natural, la paideia.

Sin embargo, la excelencia no se logra sin exigencia. Por supuesto, no estamos volviendo a la época de «la letra con sangre entra», sino a la búsqueda de la mística y de un plan de vida, tanto de quien enseña, como de quien recibe la formación, generando un espíritu vivificante en la labor que cada cual desempeña.

Aunque no hay una fórmula mágica para lograr la excelencia, tampoco la hay para no lograrla, pero no puede darse un equilibrio por lo bajo, es decir, en el deficiente nivel de exigencia de los docentes a los estudiantes y viceversa. Cada docente y cada estudiante son diferentes, con su propia personalidad, inquietudes, afanes e historia personal, a veces cargada de fatalidad. Sin duda, la excelencia se logra a través de la autoridad moral del docente, coherente en su conducta externa e interna, haciendo de cada sesión de clase una aventura académica que motive, particularmente para lograr la calidad de los resultados académicos o logros del aprendizaje, en un ritmo de esfuerzo constante a lo largo del semestre, donde luego se pueda autoevaluar tanto el docente como el estudiante, preguntándose si adquirió o fortaleció las virtudes de eficiencia, laboriosidad, puntualidad, orden, autodisciplina y, de responsabilidad.

La perfectibilidad de la formación y la tarea del conocimiento tiene que ver mucho con el desarrollo de la virtud, de ese areté del que hablaban los griegos, que no es más que encerrar en una palabra lo que es el saber, la virtud, la belleza, la excelencia humana, la calidad sobresaliente, la fuerza y el mérito.