Guillermo Romero Salamanca
En plena carrera Séptima con calle 22, a unos metros del Teatro Jorge Eliécer Gaitán –en esa época Teatro Colombia–, estaba la Pastelería La Florida, sitio predilecto de los promotores discográficos de los años sesenta y setenta.
Al lugar no sólo lo visitaron los hombres de la música sino también una excelente clientela. Era una de las primeras cafeterías de Colombia y había surgido gracias a la llegada del republicano español Jorge Granés, quien debería dejar a su patria por la Guerra Civil y buscar nuevos horizontes en América.
Granés merodeó primero por Cali, pero decidió instalarse en Bogotá y encontró a Eduardo Martínez, su compañero ideal para montar La Pastelería La Florida, en la carrera más famosa de la ciudad y cerca del comercio, la banca, las empresas y el movimiento comercial en general.
Fue la sensación. Tortillas españolas y un sin número de bizcochos como el famoso Brazo de reina, hacían las delicias de sus comensales, pero era muy popular el chocolate, hecho al estilo español, peso. Muy pronto comprendieron que en la capital era popular el chocolate santafereño acompañado de pandebonos y tamales.
A ese lugar acudían –por la cercanía de sus oficinas—los promotores discográficos de la época. Arturo Guerra Madrigal, Héctor «el chinche» Ulloa, Gabriel Pulido, Arturo de la Rosa, Rafael Velásquez, Humberto Moreno y Alberto Suárez entre otros.
Cada uno representaba una empresa, pero era el punto de cordialidad, la amistad y, sobre todo, de organizar planes en conjunto para impulsar nuevas canciones y jóvenes promesas del canto.
«Los promotores de esa época éramos locutores profesionales, utilizamos las entradas a las emisoras donde nos recibían con aprecio, dispusimos de tiempo para hablar sobre las nuevas producciones y los locutores contribuyeron con sus preguntas o sus explosiones para ampliar el repertorio.
Además, al público le gustó escuchar las novedades musicales. La sintonía era total», recuerda ahora Alberto Suárez.
«En medio de chocolates, con cortes de jamón, almojábanas y demás viandas, comentamos sobre los programas radiales, los trabajos que se avecinaba. Nos colaboramos porque a todos nos convenía. Además, nos distribuiremos las emisoras para no llegar al mismo tiempo. Era una camaradería sensacional. Y otra cosa, nos repartíamos muestras musicales», agrega Alberto.
«En esos años sólo dos locutores tienen programas vallenatos: Carlos Melo en Radio Juventud y Miguel Granados Arjona en Radio Cordillera. Pero, aun así, buscábamos que otras emisoras mostraran lo nuevo del folclor vallenato. Un día Juan Gossaín nos reunió a los promotores e hizo un especial para Caracol causando impresión dentro de los oyentes», recuerda ahora Alberto.
«De esos «comités» –por así decirlo salieron cantantes como Billy Pontoni, Claudia de Colombia, Claudia Osuna y comenzamos a mostrar lo nuevo que habían grabado Los Hermanos López con Jorge Oñate, por ejemplo.
«En esa cafetería llegaban los primeros maestros compositores de Sayco, quienes daban a conocer sus nuevas canciones, llevaban su material para divulgarlo. Era una sede social de ellos, donde, además, podían ir los primeros empresarios musicales de esos años», recuerda ahora el excelso promotor.
Eran los primeros trabajos que se movían en realidad en Bogotá y causaron la noticia en el primer Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar. Era algo impuesto por Alfonso López, «la cacica» Consuelo Araújo Noguera, Rafael Escalona y unos cuántos vallenatos más. En realidad, era uno de los géneros de la música costeña tocada con acordeón», aclara Alberto.
Decenas de canciones, cantantes, compositores y eventos nacieron de aquellas reuniones entre chocolates y pasteles.
«En 1978 el ganador de la Canción Inédita en Valledupar fue el ingeniero Octavio Daza y su canción se llamó «Río Badillo». Dentro del jurado estaba Carlos «Santander» Díaz –quien era productor de CBS—y luego de la producción de la canción con Los Hermanos Zuleta, dijo que Claudia de Colombia también la grabara.
En esas reuniones hablamos del tema y entre todos los promotores determinamos apoyarlo. Fue un éxito total», dice Alberto, quien añora esas reuniones con sus amigos promotores, hoy, casi todos, en el más allá.
En marzo de 1983, Alberto Suárez López se vinculó a la Organización Olímpica. En noviembre de 1984 lanzó «Olímpica Estéreo» en Bogotá y desde ese momento la denominada «música caliente» se tomó a la ciudad y el vallenato tuvo una entrada triunfal al lado del grito del mundialista Sergio Ramírez con «¡Se metioooooo!».
Alberto siguió con las reuniones con sus colegas y, desde luego, muchos de sus éxitos en Olímpica fueron el resultado de aquellas viejas reuniones con tortilla española en La Florida.