Hernán Alejandro Olano García
Este año marca una fecha significativa en la historia del pensamiento jurídico: los 90 años de la publicación de la «Teoría Pura del Derecho» de Hans Kelsen y los 45 años de su primera edición en español. En un contexto latinoamericano, y particularmente en Colombia, es esencial reflexionar sobre la influencia de esta obra y su adaptación a las circunstancias locales.
La frase de Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mis circunstancias», se presenta como un marco adecuado para entender la recepción de Kelsen en Colombia. En primer lugar, es crucial reconocer a Kelsen no solo como un pensador influyente, sino también como un jurista cuya obra ha sido objeto de interpretaciones diversas. Su positivismo legal ha enfrentado críticas, especialmente por su aparente capacidad para justificar regímenes totalitarios. A pesar de esto, su obra encontró un terreno fértil en Colombia, un país que, desde el siglo XIX, había experimentado períodos de centralización autoritaria, guerras civiles regionales y crisis económica. Durante los gobiernos de Enrique Olaya Herrera y Alfonso López Pumarejo en la década de 1930, la «Teoría Pura del Derecho» se integró al desarrollo de una democracia burguesa, que buscaba establecer un orden jurídico más estructurado y formal.
En segundo lugar, la figura de Luis Eduardo Nieto Arteta emerge como un puente fundamental entre Kelsen y el contexto colombiano. Nieto Arteta contextualizó y reinterpretó las ideas de Kelsen, destacando su enfoque formal y trascendental en el estudio del derecho. En su obra, logró situar la teoría pura como una lógica jurídica que busca no solo describir el orden normativo, sino también servir como una teoría del conocimiento jurídico. Al hacerlo, propició un diálogo entre el pensamiento kantiano y las corrientes jurídicas en Colombia, enriqueciendo el marco teórico del derecho en el país.
Finalmente, el esfuerzo de Cayetano Betancur por conectar el normativismo kelseniano con el derecho natural es un tercer aspecto por considerar. Betancur desafió la separación entre el ser y el deber ser, argumentando que el valor de la justicia debe estar presente en la interpretación del derecho. Su perspectiva invita a un análisis que reconoce la dimensión humana y moral del derecho, sugiriendo que una ley sin justicia se convierte en una mera forma de violencia. Esta crítica resonó en el pensamiento jurídico colombiano y contribuyó a un debate más amplio sobre la legitimidad y la moralidad en el ordenamiento jurídico.
Estos tres hechos revelan la complejidad de la influencia de Kelsen en Colombia, donde su teoría no fue adoptada de manera dogmática, sino reinterpretada y contextualizada a la luz de las realidades sociales y políticas del país. Las adaptaciones de su obra a diferentes corrientes, como el neotomismo y la axiología, muestran que su pensamiento puede servir tanto a realistas jurídicos como a iusnaturalistas. La «Teoría Pura del Derecho» proporciona un marco analítico que permite explorar las tensiones entre la normatividad y los valores éticos, un aspecto crucial en el ejercicio del derecho en la actualidad.
Hoy, al celebrar los 90 años de la «Teoría Pura del Derecho», es necesario reflexionar sobre su legado y su relevancia en el contexto contemporáneo. La insistencia de Kelsen en la autonomía del derecho como un sistema normativo sigue siendo un pilar para el análisis jurídico, permitiendo una comprensión más clara de las normas y su aplicación. En un momento donde las crisis de legitimidad y justicia son cada vez más evidentes, su obra nos invita a buscar un equilibrio entre la normatividad y los valores fundamentales que deben guiar nuestras sociedades. Así, el pensamiento de Kelsen continúa ofreciendo herramientas para la reflexión y el debate en el ámbito del derecho colombiano y más allá.