Enfrentamiento entre los presidente de Colombia y Nicaragua.
Bernardo Ordóñez Sánchez
Una persona cuestionada a nivel internacional, que siempre se ha inmiscuido en los temas y posiciones de Colombia, he intenta quitarnos territorio que ha sido nuestro a partir del uti possidetis jiuris – lo que posees de acuerdo al derecho o la ley- ahora discute nuestras decisiones soberanas.
No hemos tenido un colombiano de carácter que lo ponga en su sitio por parte de nuestro país, siempre Nicaragua, un país nimio, nos ha tomado ventaja, lo cual ha significado perdida de nuestro territorio.
En la reciente declaración arrogante de Daniel Ortega, en relación con el presidente de Colombia Gustavo Petro, al llamarlo «gobierno arrastrado» y «pobre Petro», por poner en duda los resultados del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, el mandatario colombiano respondió con carácter democrático: «al menos yo no arrastro los derechos humanos del pueblo de mi país». Días atrás el mandatario Petro se había solidarizado con la poeta exiliada Gioconda Belli, quien denunció a Ortega por enviar policías para la confiscación de su residencia en Managua.
Al estar de acuerdo con lo dicho por Petro, ponemos en su sitio al sátrapa nicaragüense. Como país de fronteras, debemos que seguir defendiendo lo nuestro y lo manifestado por el presidente es un sentir patriótico.
Estas declaraciones, no es solo la de un dictador intenso que cada día tiende a radicalizarse, es de un país limítrofe cuyo gobierno ha pretendido despojarnos de territorio ancestralmente nuestro. Si bien es cierto, provoca reacciones de otros países y organizaciones internacionales, afectan la integración de los países Andinos, Latinoamericanos, Caribeños e Indoamericanos.
Por tanto, los antecedentes de Ortega, ameritan un apoyo total del pueblo colombiano con su presidente. Bastante tenemos con las disputas jurídicas internacionales que nos ha tocado lidiar, para ahora tener que recibir los insultos del dictador centroamericano contra nuestra nación.
La retórica hostil del régimen de Ortega Murillo hacia Colombia, es una estrategia para desviar la atención de sus problemas interno, igualmente, para satisfacer su vanidad e interés personal de quien tiene sometido al pueblo «Nica» a su antojo, y así intervenir y criticar las posiciones de otros países respetuosos de la democracia.